Cuando la transparencia equivale al marujeo

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

16 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque muchos creen que la transparencia es un invento reciente, ya formaba parte de la Política que escribió Aristóteles hace 2.240 años. Y si en todo ese tiempo no pudimos darle una solución definitiva solo se debe a que, donde los politólogos hablan del conocimiento y explicación de la acción de gobierno, los ciudadanos tendemos a hablar de puñetero marujeo. Lo que Aristóteles decía es que nadie puede elegir correctamente los cargos y programas de gobierno si no sabe nada de lo que está hablando.

Y si la información no sirve para elegir -concluía- se convierte en una matraca estéril. Dos siglos más tarde también Cicerón planteó su acusación contra Catilina como un caso de oscurantismo y traición a la República. Aunque quien mejor formuló el problema, en solo cinco palabras, fue el evangelista San Juan: «Qui male agit odet lucem» (el que mal se comporta odia la luz). Y toda la historia posterior está plagada de momentos en los que -ya sea con las cuentas del Gran Capitán o el secretismo de los masones- el oscurantismo político fue visto como la gangrena del poder. Ahora andamos a vueltas con la transparencia y las nuevas tecnologías, como si exhibir millones de datos en Internet pusiese fin a esta cuita interminable. Y no nos damos cuenta de que lo que de verdad quiere la gente es moverse en el borde justo del rumor, cuando todo es verosímil pero no está confirmado, o cuando uno sabe lo que otros ignoran. Lo que todos saben -decían los clásicos- a nadie le interesa. Y por eso en la Xunta están estupefactos con las sugerencias de información que están recibiendo de la ciudadanía de cara a lo que quieren presentar como la ley de transparencia más avanzada del mundo y de la historia. Y no es para menos. Porque nadie desea saber, por ejemplo, con qué criterios e informes se programaron el Gaiás y Punta Langosteira; ni por qué se abordó un AVE que deja en el limbo el transporte de mercancías; ni si es investigación verdadera todo lo que con tal etiqueta se hace en las universidades; ni si es sostenible la expansión indefinida de los servicios de salud. ¡Nada de eso! La gente quiere chismes.

Y mucho me temo que cuando la información esté confirmada y al alcance de todos, nadie volverá a mirar las páginas de Internet, como nadie asiste a una mesa de contratación, ni participa en una exposición pública, ni lee el BOE. Alrededor de las lareiras de Forcarei todos los temas se iniciaban con una fórmula fija -«disque que seica»- que constituía la patente para que cualquiera pudiese meter baza en la narración de los noviazgos, las ventas de tierras y la compra de pasajes para América. Porque el interés estaba en la construcción colectiva del hecho. Y cuando la noticia era cierta y conocida perdía su interés. Era la transparencia del orden rural en versión Terra de Montes.