Confirmado. La política hace extraños compañeros de viaje. Quien acuñó la idea sabía perfectamente de lo que hablaba y hasta que llegaría un día en que una lideresa se abrazaría a filoetarras, bolivarianos y desleales, todo por el bien de una ciudad llamada Madrid y en aras del bienestar de sus ciudadanos.
La lideresa, nada más hacerse con la candidatura y antes de arremeter contra Rajoy y Cospedal, ha dejado boquiabierto al país y me imagino que a todo su partido, asegurando que está dispuesta a pactar con Podemos. Con esos del «chico de la coleta», que «quisieron callarme y amedrentarme»; con esa «izquierda radical» que «mezcla lo peor del comunismo más arcaico con lo peor de los populismos más demagógicos». Son palabras suyas.
Vacunados estamos ya en pactos, acuerdos, compadreos y tejemanejes en los que los del Nodo se abrazaban a los separatistas, a los que apoyaban a los terroristas y a los desleales, aunque para ello tuvieran que hablar catalán en la intimidad. Ya vimos cómo se jaleaban una y otra vez con tal de no perder el alpiste; vimos cómo se ayudaban para no bajarse del Audi. Pero nunca nuestra imaginación pudo ir tan lejos como para pensar que quien se dedicó en cuerpo y alma a descalificar y ofender a Podemos, ahora esté dispuesta a caminar de ganchete. Solo Esperanza Aguirre podía mostrar tal grado de elasticidad y acomodo.
Y es que esta lideresa es de lo que no hay. No repara en pactar con su mayor enemigo, por mucho que lo haya descalificado y desacreditado. Cualquier día de estos nos sorprende llegando a acuerdos con Mariano Rajoy.