El eterno retorno

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

11 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En España nunca hay que rendirse ante la evidencia. Porque aquí no hay que dar nada por sentado. Este es el país de las maravillas. Produce comisarios que llegan a millonarios e ingenieros que acaban de camareros. Nunca llegaron a multiplicarse los panes y los peces, pero sí se disparaba milagrosamente el valor de las parcelas recalificadas. Cuesta más explicar ciertas herencias que muchas hipotecas. Supuestos nacionalistas catalanes y presuntos patriotas españoles comparten su gusto por las cuentas en Suiza. Mientras tanto, el día a día se asfixia con el bucle, el eterno retorno. Vuelve José Luis Moreno. También Esperanza Aguirre, que en realidad nunca se había ido del todo. La madrileña vuelve por sus fueros. La pena es que con ella no vuelva también Pablo Carbonell. Ella no es mujer de arruga fácil. Si hay que parar el AVE en Yebes, se para. Y si hay que aparcar en el carril bus de la Gran Vía, pues se hace lo que se puede. En el país de las maravillas, Esperanza es al mismo tiempo Alicia y la Reina de Corazones. Ha logrado caminar de puntillas sobre el lodazal de ese Madrid de solares y excavadoras que teóricamente era el suyo. Y no solo se conforma con eso. De vez en cuando coge el barro con la mano y lo lanza al de al lado. Ataca con cañón en este campo de batalla de tirachinas. Pero, de todos los personajes de Lewis Carroll, Esperanza se parece sobre todo al Gato de Cheshire. Ese al que Alicia pregunta: «¿Me podrías indicar hacia dónde tengo que ir desde aquí?». Y él responde: «Eso depende del sitio al que quieras llegar». Ese que puede desaparecer gradualmente hasta que no queda nada más que su amplia sonrisa. Ese que es una paradoja.