Duelo de titanes en la carrera de San Jerónimo

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

25 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En sus soberbias Acotaciones de un oyente anotaba Wenceslao Fernández Flórez sobre la elocuencia del diputado Melquíades Álvarez:

«Pocos tienen su ancho chorro verbal, y ninguno ese extraño y difícil dominio de las manos, cuyo secreto se ha perdido ya, como el de ciertas porcelanas chinas, como el de los procedimientos egipcios de momificación, como el yacimiento exacto de los tesoros de Rande. Él sabe hablar con los pulgares en la sisa del chaleco y en los bolsillos del chaleco; él puede hundir las dos manos en los del pantalón y discurrir así diez minutos sin perder la compostura». Se lamentaba Wenceslao en 1935 de que ya no había oradores como Melquíades en la carrera de San Jerónimo. ¿Qué diría entonces el cronista de estos lectores de papeles que ayer nos propinaron los habituales discursos precocinados -apenas recalentados en el microondas por los ujieres- del debate sobre el estado de la nación?

Uno estaba ilusionado con ver Duelo de titanes y, al final, lo que pasaron por la tele era un refrito de Maricarmen y sus muñecos. Porque los que subieron a la tribuna del Congreso de los Diputados se limitaron a recitar aplicadamente sus monólogos, mientras que, apostados en algún escondrijo del hemiciclo, los Arriolas, los sociólogos y asesores de cámara de los presuntos líderes ejercían de ventrílocuos de sus propios jefes. Cosas del plasma.

Al debate sobre el estado de la nación le falta un poco de guion. Si tomasen nota de la Super Bowl, podrían sacar en los tiempos muertos a algunos subalternos con tirón, como Floriano, que da mucho juego cuando se obstina en decir Ciudadanos en catalán y cambia las consonantes de sitio, en una extraña dislexia ideológica: «Ciudatans».

A falta de Floriano, Rajoy se puso poético:

-La nación se ha rescatado a sí misma.

Lo de rescatarse a uno mismo a mí me suena al marido de Fargo, que organizó el secuestro de su propia esposa para cobrar el rescate. Algo de eso tiene el dichoso Memorandum of Understanding -Mou para los amigos, como el indómito míster-, con el que, al parecer, nos rescatamos a nosotros mismos, aunque los pagarés se los firmamos a Berlín.

Después de tres o cuatro horas de debate, a uno le entra complejo de ser un poco como aquellos dos viejos gruñones del palco de Barrio Sésamo, que todo lo veían negro, pero es que el humor se pone turbio cuando ves que Rajoy despacha la corrupción en un minuto raspado, y pelillos a la mar (o a Baqueira).

A la hora de la siesta, Sánchez caló la bayoneta y saltó al ruedo a embestir. Incluso abrimos los ojos para ver el cuerpo a cuerpo:

-Usted se relaciona con los españoles a través de un plasma y con un delincuente por SMS.

El presidente, sangrando por la herida en B, replicó con un directo a la mandíbula:

-Su discurso ha sido patético.

Y es que ya lo dijo Mike Tyson: todo el mundo tiene un plan hasta que le sacudes en la jeta.

En realidad Rajoy estaba debatiendo con los ausentes, Iglesias y Rivera, que aguardaban en la puerta, sentados alrededor de una hoguera, en su campamento de los jóvenes castores.

Al final, uno casi acaba por comprender a Pujol, que el lunes le quitó la pila al Sonotone para no escuchar a los parlamentarios.