Hijos y tecnología

OPINIÓN

18 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Numerosos ejecutivos del sector de las nuevas tecnologías y de la televisión a los que frecuento han tenido o tienen el mismo comportamiento con sus hijos adolescentes: no les dejan ver la televisión ni usar ordenadores o teléfonos inteligentes si no es bajo su control. La televisión es sustituida por contenidos en DVD que compran los padres y que se los dejan ver únicamente los fines de semana, en vacaciones y durante un tiempo máximo determinado. Con naturalidad y sentido común argumentan que los programas de televisión contienen imágenes y guiones poco adecuados para la formación de sus hijos y que además mucha televisión diaria les puede crear adicción.

Y varios de esos ejecutivos son los que pusieron en funcionamiento lo que se bautizó como televisión basura.

Otros del sector de las telecomunicaciones y de los gadgets tecnológicos que moderan a sus hijos con toda esa parafernalia y les limitan el tiempo en Internet señalan también el riesgo de crear adeptos, y añaden que en la red, al alcance de un clic, se pueden encontrar contenidos que no quieren para sus vástagos.

Los ordenadores, las tabletas, los teléfonos inteligentes y el acceso a Internet son elementos principales de la vida cotidiana de una gran parte de la sociedad, sobre todo de los jóvenes.

Y esta realidad ha movido a numerosas instituciones a estudiar las consecuencias de su uso en el comportamiento de los adolescentes. Uno de los más ecuánimes y profundos quizás sea el titulado: «Menores de edad y conectividad móvil en España: tablets y smartphones», elaborado por el Centro de Seguridad en Internet para los Menores en España, dependiente del Safer Internet Programme de la Comisión Europea, publicado en 2014.

El estudio señala que la mayoría de los padres desconocen las aplicaciones que se descargan sus hijos, y los permisos que conceden; que solo el 27% de los niños/as de 11-12 años pide permiso antes de descargarse una aplicación; que un 2,4% de entre 11 y 12 años ha sido víctima de burlas, amenazas y agresiones verbales a través de un terminal móvil, frente a un 8,4% de los de 13-14 años; que un 5,4% de entre 11 y 12 años ha chateado con desconocidos, frente a casi un 18% de los de 13-14 años, o que el 4,1% de 11-12 años ha recibido mensajes y/o imágenes de contenido sexual, frente a un 13,7% de los de 13-14 años. Es decir, entre los de 13 y 14 años se triplica el porcentaje en casi todos los casos.

Si esos padres a los que me refiero tienen tan claro los peligros de las nuevas tecnologías a determinadas edades, es sorprendente que el legislador o los centros de enseñanza no hayan adoptado medidas que eviten esos males. Y si quienes promueven las nuevas tecnologías saben que además de un gigantesco salto adelante, una auténtica revolución para la humanidad, hay también peligros para los más jóvenes, es lamentable que no alerten con insistencia y desarrollen mecanismos para paliarlos. Algunos progenitores, mejor informados o más responsables, actúan, aunque sea a costa de soportar gritos, rabietas y disgustos prolongados. Pero la mayoría o se ha rendido pronto o ni siquiera se lo ha planteado. Y las consecuencias las sufren ellos y la sociedad.