Las zapatillas de Baroja

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

14 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La referencia que la semana pasada hicimos aquí a los tropiezos de algunos escritores famosos con las construcciones deber de + infinitivo, nos trae a la memoria los problemas de uno de ellos, Pío Baroja, con la gramática. Hay una anécdota que ilustra el caso. La cuenta un testigo presencial, Ortega y Gasset, en El espectador. Relata el filósofo un viaje a la sierra de Gata en el que participaron ambos. Cuando, hartos de andar y ver, volvían a la posada en Coria, «Baroja sacaba del bolsillo una tonelada, poco más o menos, de papeles impresos. Eran las pruebas de una novela suya próxima a publicarse. Y sin dejar de tomar parte muy activa en la discusión [...], Baroja, con los restos de un lápiz, corregía las pruebas. [...] Pero un día nos sorprendió el silencio del novelista, hundido, casi náufrago, en las olas tempestuosas de sus galeradas. [...] Al cabo de un rato vimos que se alzaba del torrente de papel y decía:

»-¿Lo ven ustedes? No hay cosa peor que ponerse a pensar en cómo se deben decir las cosas, porque acaba uno por perder la cabeza. Yo habría escrito aquí: "Aviraneta bajó de zapatillas". Pero me he preguntado si está bien o mal dicho, y ya no sé si se debe decir: "Aviraneta bajó de zapatillas, o bajó con zapatillas, o bajó a zapatillas..."».

Generalmente se considera que se baja, se sube, se va y hasta se desayuna en zapatillas. En la misma duda que el creador de Aviraneta, muchos narradores hubieran hecho que este bajase descalzo.

Como cualquier escritor, Baroja desarrolla su genio literario utilizando la herramienta del idioma. El problema surge cuando choca con las leyes de este, sea la elección del tiempo verbal («Espero que harán [hagan] ustedes maravillas»), la colocación de las comas («Bueno[,] iremos juntos»), la elección de preposiciones y adverbios («Iradier vivía en [como] bohemio»; «La cuestión del predominio del idioma se ha de resolver por el tiempo»), la adición de preposiciones («Se franquea la entrada y pasan los compañeros de Jaun a adentro»), el uso de enclíticos («... había inventado, escuchándole [escuchando] a su hermano, un cuento»)... o los anacolutos, la falta de coherencia en la construcción sintáctica («A mí, cuando me hablan de republicanos entusiastas, recuerdo siempre al conserje del hotel donde viví en París», «Menos el sentido religioso, del que muchos carecían y no les preocupaba gran cosa la religión, los estudiantes...»).

Todo lo cual no invalida la obra del narrador vasco, que hay que disfrutar sin erigirse en inquisidores en una materia en la que todos somos pecadores.