Llanto por un político defenestrado

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

13 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Seguramente muchos ciudadanos no le conocían. O quizá sí, pero no sabían muy bien quién es, porque es un líder regional surgido de la municipalidad. A lo mejor es más famoso el tranvía que construyó en su ciudad natal que él mismo, porque el tranvía de Parla es ya una referencia del coste abusivo, de la revisión del presupuesto y de la alegre España donde alegremente se gastaban los recursos públicos. Y ahora, de golpe, ocupa todos los espacios de información política nacional. Es como el antipapa, si el socialismo no se ofende por esa expresión. Os estoy hablando de Tomás Gómez Franco, el político defenestrado por otro joven político que está demostrando una osada audacia juvenil.

Tomás Gómez, a pesar de su falta de dimensión nacional, es la vocación política más grande, más impetuosa y más ambiciosa que he conocido, y lo digo como elogio. Compitió con Paco Vázquez por el honor de ser el alcalde más votado y cometió un error: pensó que todo Madrid era Parla. Al ser ascendido a secretario general del Partido Socialista de Madrid, creyó que tenía ante sí el mejor horizonte. Su proyecto vital pasaba por ganarle al PP en la comunidad y de ahí dar el salto a la secretaría general del PSOE, para terminar por aclamación popular en la Moncloa. Recibió un fuerte revés en las autonómicas del 2011, pero tenía una disculpa: la otra candidata era Esperanza Aguirre. Ahora, sin Esperanza, era su oportunidad. Y se lo creyó.

Por eso la destitución no ha sido para él solamente un cese. Ha sido un corte en seco de la hoja de ruta que había trazado para su carrera política. Para él fue su propio asesinato, y el asesino, Pedro Sánchez. Y por eso su reacción ha sido tan dura, tan fuerte, tan desprovista de autocrítica. Reaccionó como animal herido, con coletazos furibundos contra su agresor. Pero, ay, no le servirá de mucho. Los estatutos del partido autorizan al mando a apartar a todo el que perjudica a la causa, aunque haya que forzar los motivos. El recurso a la Justicia tiene un antecedente en Tenerife, donde los jueces se lavaron las manos. Y el amparo de la Constitución es complejo, porque la ley de leyes manda que los partidos sean democráticos, pero la democracia no está reñida con la autoridad.

Ahora Tomás Gómez ya sabe lo que es la soledad política. La soledad política es que solo te defiendan quienes esperan algún beneficio de su postura. Y es ver a los compañeros de cargo que te llaman para compadecerte, pero no dan el paso de respaldarte. La soledad política, en el PSOE de hoy, es que quienes tanto te elogiaban ahora alegan que el interés del partido está por encima del afecto personal. Y es acostarte esta noche sin otra frase que la del romano: ¡Ay de los vencidos!