España, ante el reto islamista

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

10 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que está ocurriendo después de la matanza en Charlie Hebdo ya lo hemos vivido alguna vez. Incluso demasiadas veces, porque hemos asistido a demasiadas matanzas terroristas. Hemos visto abrirse debates en los que solo hace falta cambiar algunas palabras para comprobar que son los mismos. Si usted pone el gentilicio «vascos» donde ahora se escribe «musulmanes», es un debate muy parecido a los años de plomo de la ETA. ¿Recuerdan cuando hablábamos de no criminalizar a todo el pueblo vasco? Ahora se habla de no criminalizar a todos los inmigrantes árabes o musulmanes. ¿Recuerdan cuando había grupos que pedían el retorno de la pena de muerte? Ahora lo pide en Francia el Frente Nacional de Marine Le Pen. ¿Recuerdan las llamadas a la unidad de los demócratas frente a los asaltos etarras o la infamia del 11-M? Ahora se hace idéntica llamada. ¿Y recuerdan cuando se decía que ETA atentaba contra la democracia y la libertad? Ese es exactamente el discurso más escuchado estos días.

Quiero decir con esto que, ante una situación dramática como la provocada por los asesinos de París, hay una literatura convencional que vale para cualquier atentado. Y, por convencional, dura lo que dura la conmoción y después se diluye en la nadería y el olvido. Ocurre también con las respuestas policiales: hay una gran movilización, se activan alertas, se aumenta la vigilancia y el control en los lugares de mayor riesgo; pero el simple paso del tiempo hace que vuelva la relajación y el descuido, se aflojen las medidas de seguridad y es entonces cuando se producen los crímenes. Esa es la enseñanza de la historia.

Esto vale para el crimen de Charlie Hebdo y vale para esa nación situada por los fanáticos en el mapa del Estado Islámico y que se llama España. Si estamos amenazados, las alertas tienen que ser constantes y no moverse a impulsos del último acontecimiento. A partir de ahí, todo lo que estos días se pone sobre la mesa: la convivencia de dos culturas, inevitable por la movilidad geográfica y las necesidades laborales; el respeto recíproco a las costumbres; la acomodación de la vestimenta femenina a las normas de un Estado laico; la reforma del Código Penal que propugna el ministro Fernández Díaz, o la prevención de la islamofobia, del odio a lo islámico, que el presidente Rajoy no acaba de ver, pero el propio discurso político se encarga de alimentar.

Posiblemente sean las tareas de los próximos tiempos y no está claro cuál es la prioritaria. España y Europa necesitan un proyecto ante estos nuevos desafíos. Y bastante urgente, porque en Alemania la mitad de la población quiere organizarse contra el islam. Y cuando eso ocurre, empieza a sentirse el perfil de un conflicto civil.