Reformas, economía y política

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

02 ene 2015 . Actualizado a las 04:00 h.

La economía de nuestro tiempo se ha hecho en gran medida independiente, insumisa, frente al poder político democrático. Algo así acaba de afirmar el pensador franco-búlgaro Tzvetan Todorov. Y tiene razón. Sin embargo, que avance cada una de ellas siguiendo su propia lógica no quiere decir que las relaciones entre economía y política estén exentas de conflictos, sino más bien todo lo contrario. De hecho, todo indica que en diversos países europeos, y en particular en España, ambas fuerzas avanzan en línea de colisión, que muy probablemente se hará explosiva a lo largo de este 2015. El enero griego nos pondrá en la línea de salida.

Y es que la política de consolidación fiscal a ultranza, que ya está dañando en serio algunos componentes importantes del Estado de bienestar, y las llamadas reformas estructurales, a veces necesarias pero que caminan siempre en la misma dirección, están llevando la política europea a un punto que hace solo unos años no podíamos ni imaginar. Claro que también juegan ahí otros factores -como la detección de un alto grado de corrupción-, pero la sensación de injusticia ante los efectos marcadamente desiguales de esas políticas, con un fuerte impacto sobre las clases medias, origina cambios en el panorama político y el sistema de partidos, a izquierda y derecha, que no parecen fácilmente reversibles.

O sea, que con mucha dificultad hemos sorteado los despeñaderos de un posible hundimiento del euro y vamos dejando atrás la situación de quiebra financiera, pero a costa de internarnos en otros abismos: la posibilidad muy real de padecer un crecimiento casi plano durante un largo período (lo que ahora se llama «estancamiento secular» a la japonesa), y la aparición de un grado de incertidumbre e inestabilidad política desconocidos durante muchas décadas en el continente. Una situación mala en sí misma, pero que, además, podría traer como consecuencia que aquella política y aquella línea de reformas que la motivaron queden interrumpidas bruscamente, con resultados que, por esa misma brusquedad, son muy inciertos.

Este último riesgo podría haber sido evitado si nuestros políticos -en Bruselas, Berlín o Madrid- frecuentaran menos algunas lecturas que pasan por ortodoxia económica, y más en cambio, a algunos autores fundamentales en la Economía política contemporánea, como Dani Rodrik, profesor en Princeton, o Daron Acemoglu, del MIT. En un trabajo reciente de este último (publicado con su colega James Robinson) se afirma textualmente: «Las reformas económicas introducidas sin una comprensión de sus consecuencias políticas, más que promover la eficiencia económica pueden reducirla de un modo significativo». Y a continuación: «Habría que ser particularmente cuidadosos con los impactos políticos de reformas económicas que cambian la distribución de la renta a favor de los grupos poderosos». Ni Barroso, ni Merkel, ni Guindos, parecen haber leído este notable artículo.