¿Y si el Niño Jesús fuera norcoreano o iraní?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

26 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizá influidas por lo que viene ocurriendo los últimos años en Santiago, las activistas de Femen intentaron robar ayer la figura del Niño Jesús del belén del Vaticano. Esa acción, que en la capital de Galicia se va ya convirtiendo en tradición, supone un curioso acto de falsa valentía, pues las consecuencias de faltar al respeto a los millones de personas para quienes esa figura tiene un especial significado son, sencillamente, inexistentes.

También ayer, la empresa Sony Pictures, productora del filme The Interview (La entrevista), que trata en clave de comedia un complot imaginario destinado a asesinar al dictador norcoreano Kim Jong-un, se decidió finalmente a adelantar el estreno de la cinta en Internet y en un reducido número de salas comerciales. Unos días antes, la propia Sony había optado por retirarla del mercado, en respuesta defensiva frente a un ciberataque contra ella cuyo objeto no era otro, al parecer, que lograr que la película dirigida por Seth Rogen y James Franco, considerada por la dictadura comunista de Pyongyang como un «acto de guerra», no llegara a las pantallas.

Estas dos noticias, que aparentemente no guardan relación, tienen, sin embargo, mucha más de la que parece a simple vista. Y es que, puestos a realizar acciones de protesta en defensa de una causa progresista, parece más lógico y también más valeroso, dirigirlas contra los defensores de ideologías políticas o religiosas que se manifiestan hoy como incompatibles con el respeto a los derechos más fundamentales -entre ellos, el de expresar ideas libremente-, que contra unas creencias que conviven pacíficamente con las opuestas, en las más modernas sociedades democráticas del mundo.

De hecho, no hay que ser una persona religiosa -yo no lo soy- para apreciar la notable diferencia que existe entre robar un Niño Jesús en un país donde existe plena libertad política y, por tanto, religiosa y de cultos, y plantar cara a los que encarnan las dictaduras políticas o político-religiosas que perviven en el mundo. Que se lo digan, por ejemplo, a Salman Rushdie, que ha pagado un precio inmenso por publicar en 1988 sus Versos Satánicos: el de vivir desde entonces en una semiclandestinidad, a la que lo condenó el Irán de Jomeini, para evitar ser asesinado por su supuesta irreverencia religiosa.

En el fondo, no hay mayor cobardía que buscar publicidad zurrándole la badana a quienes no se lo merecen aunque, por su segura falta de reacción, constituyan un fácil adversario, mientras se mantiene un silencio sepulcral frente a los que hacen muchos méritos para ser criticados con dureza, pero están dispuestos a devolver siempre los golpes, multiplicándolos por mil. El coraje, como tantas otras cosas, se demuestra andando y no dándoselas de valiente donde lo verdaderamente valeroso es respetar la libre pluralidad de credos y de ideas.