El documento elaborado por dos prestigiosos economistas de izquierdas que servirá como base de discusión para fijar el programa económico de Podemos está siendo examinado con lupa. En este trabajo se revisan de forma realista las principales propuestas que hizo en las elecciones europeas. Sin embargo, sigue siendo muy criticado. Le exigen concreción, cifras, pruebas de que es viable. Adversarios políticos y algunos especialistas advierten de que aplicarlo supondría una catástrofe para la economía española. Nunca antes un programa había sido sometido a este escrutinio. Ni cuando Zapatero prometió pleno empleo ni cuando Rajoy se comprometió a bajar los impuestos. A esta formación política, que nació hace menos de un año, se le reclaman las recetas detalladas para arreglar el desastre creado por los que han gobernando durante los últimos años. Que ponga encima de la mesa sus fórmulas mágicas para crear empleo, cuando el paro ha llegado al 24 %, afrontar el pago de la deuda, que se ha disparado a casi el 100 % del PIB, garantizar las pensiones, cada vez más amenazadas, combatir la desigualdad, la pobreza o la exclusión, que han alcanzado índices intolerables. Es evidente que Podemos está improvisando, que se presentó a las europeas con un programa utópico e irrealizable. Pero los mismos que con razón se lo reprocharon entonces, ahora también descalifican su marcha atrás. El nivel de exigencia sin precedentes a Podemos demuestra el miedo de los demás partidos a su imparable ascenso, al que ellos han contribuido de forma decisiva. Pero, para su desgracia, muchos ciudadanos tienen decidido votarles propongan lo que propongan. Quieren dar una patada en cierta parte a lo que Pablo Iglesias llama la casta.