Mas: camino de sedición, camino de perdición

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

10 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cuántas locuras puede cometer un político para salvar su pellejo? La historia no miente a ese respecto: todas, incluidas las que llevan a sus propios pueblos al desastre. La historia demuestra, además, otra verdad universal: que, cuantas mayores locuras comete un político para salvar el pellejo, más cerca se encuentra de perderlo.

El presidente de la Generalitat, que es ya como las diez plagas de Egipto para la Cataluña moderna e integradora que los restantes españoles tanto hemos admirado en el pasado, llevó primero a su comunidad al borde del abismo y ayer, en una jornada que pasará a la historia universal de la infamia democrática, la impulsó a dar un salto suicida en el vacío. Pues eso y no otra cosa significó el seudorreferendo del 9-N, una gran payasada que lejos de abrir una salida al problema catalán, la cierra a cal y canto.

Mas y, con él, CiU y la cleptocracia pujolista, se han echado en manos de ERC, que los ha acogido con idéntica intención con la que un oso abraza a quien luego va a zamparse. De hecho, el en otro tiempo llamado nacionalismo moderado catalán llevaba muchos meses con ese oso en los talones, hasta que ayer se echó en sus brazos con una alegría solo comparable a su irresponsabilidad. CiU ha demostrado estar dispuesta a violar la ley flagrantemente para conseguir su objetivo primordial (salvar al soldado Mas) y ahora ya conoce el próximo paso que le espera a la vuelta de la esquina: la exigencia de ERC de que apoye sin rechistar la declaración unilateral de independencia con la que viene amenazándonos Junqueras.

Por eso Mas se ha cerrado cualquier salida razonable. Si opta por hacerse cómplice de ERC en su rebelión contra el Estado, dará con sus huesos en la cárcel. Y si opta por hacer lo contrario, será la propia ERC la que lo hundirá en las cloacas de la historia nacionalista, como el gran traidor a Cataluña.

En todo caso, las reiteradas amenazas de Junqueras no solo afectan a Artur Mas, convertido por obra y gracia de su estupidez política supina en un cadáver exquisito, sino también al Gobierno, que, si, como es de esperar, ha aprendido la lección, sabrá ya que se enfrenta a un adversario dispuesto a llegar hasta el final, tal y como ayer se demostró palmariamente.

Rajoy deberá dejar claro, por eso, desde ya, que a la Generalitat solo le quedan dos opciones en el proceso de restauración de la legalidad que ahora comienza: o sentarse a negociar, previo abandono de una reivindicación secesionista condenada al fracaso de antemano, pues ni el PSOE, ni el PP, la aceptarán; o seguir adelante por el camino sedicioso, que solo pueden acabar con la aplicación del artículo 155 de la Constitución y el Código Penal. Cuanto antes lo entiendan Mas y los suyos, más posibilidades habrá de evitar que esa catástrofe llegue a producirse.

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