El estado de la cuestión: corrupción

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

27 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La sociedad española se acostumbra a las noticias sobre la corrupción. Es como si se asumiera resignadamente que en España hay, al menos, tres clases de ciudadanos: los que se apropian de todo aquello que no les pertenece y les pillan, los que seguirán haciendo lo mismo hasta que les pillen, los que están convencidos de que estas noticias son solo una casualidad dentro de la causalidad.

«Los que fueron vicios ya son costumbres». Esta frase de Séneca, me hace dudar sobre cuál es el verdadero estado de la cuestión. ¿Solo el que día tras día se hace noticia conocida? ¿La absoluta certeza de que para que todo siga igual es preciso que algo cambie, mediante ciertos ejemplos sobre los que actúa la Justicia? ¿El problema está tan extendido que forma parte de la subcultura?

La existencia de una marea que transforma la indignación en apoyo a Podemos, seguro que tiene mucho que ver con todo esto. Y, previsiblemente, una de las cuestiones que preocupa a los ideólogos de Podemos es que el movimiento social no se infiltre de oportunistas que buscan el poder para hacer lo mismo que oficialmente detestan. Desde el deporte, mal llamado rey. La representación sindical de las clases populares. Las altas instancias del poder democrático. La denominada clase política. El gran empresario o el pequeño emprendedor. No encuentro espacio en el que la pandemia no haya llegado para quedarse. Y digo pandemia, porque me niego a creer que solo los españoles sufrimos tal problema.

Como sucedió con América Latina. ¿Qué factores económicos y políticos se relacionan estrechamente con los índices reales de la corrupción que padecemos? ¿En qué medida los índices de percepción y victimización por corrupción afectan a la pérdida de la confianza y esperanza del ciudadano para con el sistema democrático que garantiza el Estado de Derecho? Los catalanes se han llegado a creer que España es un país corrupto a costa de su esfuerzo. Los que pretenden combatir tal situación -España nos roba-, lo hacen demostrando que Cataluña es una parte más de la España corrupta, donde precisamente se había instalado una casta familiar que les llevaba por la senda del independentismo, mientras se forraban con lo que afanaban.

Ahora es el momento de sacar a la luz lo que en determinadas instancias se sabía y se guardaba, para mejor proveer.

Tiene que llover a cántaros.