Ministro pobre, directivo rico

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

01 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El señor Montoro, en nombre de la santa austeridad a la que está encomendado, ha dejado a los ministros y a su presidente en la misma situación que este escribidor: con el sueldo congelado. No podía hacer otra cosa porque, si los funcionarios se quedan con el mismo salario por quinto año consecutivo, sería poco estético mejorar la capacidad adquisitiva de sus jefes. Así que los miembros del Gobierno cobrarán en el 2015 catorce pagas de 4.900 euros brutos, de los cuales hay que descontar los impuestos. «¡Una pasta!», dirá la inmensa mayoría de los ciudadanos. «¡Una miseria!», replicarán los ejecutivos de empresas privadas. Y este escribidor replica a la gallega: «depende».

El sueldo de los altísimos cargos públicos depende, como todo, de con qué se le compare. Lo que interesa a efecto de este comentario es compararlo con lo que percibe un director de gran empresa, que es lo que viene siendo un ministro. Y puedo asegurarles que hay multitud de personas de esa categoría e inferior que cobran cada mes lo que para un miembro del Gobierno es el sueldo anual. Hay presidentes de compañías del Ibex que el año pasado ganaron lo mismo o más que todos los miembros del Consejo de Ministros juntos. Y posiblemente con los mismos privilegios: coche y seguridad de la empresa y gastos de representación. Nivel social por nivel social, los ministros son los invitados pobres del gran banquete de la opulencia nacional.

Y no hace falta compararse con la empresa privada. El señor Ruiz-Gallardón, por ejemplo, tiene derecho a un puesto en el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid, donde cobrará casi 20.000 euros anuales más que en la cartera de Justicia. Yo expreso a los señores ministros mi reconocimiento, especialmente si al ser nombrados han renunciado a alguno de esos salarios. El reconocimiento es mayor si se piensa, como debemos pensar, que para un ministerio es llamado el mejor, el más preparado y el que tiene mayores cualidades de liderazgo y dirección.

Y al mismo tiempo, me empiezo a alarmar más de lo que estaba: ¿quién puede aceptar un ministerio para empobrecerse? Solo se me ocurren tres posibilidades: el que ya es rico, el que nunca podría tener uno de esos puestos en el ámbito privado, el que busca el poder para otros beneficios, o el que ya es funcionario (véanse los abogados del Estado) y asciende en el escalafón. ¿Estará ocurriendo algo de eso? Respondan ustedes haciendo un fácil ejercicio: cojan el nombre de un ministro y miren si encaja en la dirección de una gran empresa. ¿Les sale alguno? Si les sale, enhorabuena: están ustedes gobernados por los mejores. Si no les sale, lo siento: están ante una de las causas del desprestigio político y su bajísimo nivel.