Boyer, un pionero del discurso económico único

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

30 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La democracia, cuando aún gateaba, tuvo dos 23-F: el Tejerazo y la expropiación de Rumasa. Cada uno de ambos episodios, el de 1981 y el de 1983, con sus respectivos héroes y villanos. Adolfo Suárez, impertérrito en su escaño mientras los golpistas rociaban de plomo el artesonado del Congreso, y el teniente coronel que intentaba doblegar la soberanía nacional al grito de «¡se sienten, coño!». Miguel Boyer, anunciando flemáticamente la nacionalización del principal grupo financiero-empresarial de España, y José María Ruiz Mateos, ridículamente disfrazado de Supermán, que amaga con golpear al «superministro» al tiempo que profiere su cursi amenaza: «¡Que te pego, leche!».

Si el tiempo se hubiera detenido en aquellos precisos instantes, el juicio de la historia sobre los dos 23-F se solventaría en un periquete. Bastaría con erigir sendas estatuas al presidente y al ministro, y otorgar papeles secundarios a Tejero y Ruiz Mateos en cualquiera de las múltiples óperas bufas que se representan en España. Pero, ¡ay!, la historia siguió su curso y nos crecieron escamas. Y llegaron los revisionistas. Del primer 23-F todavía no se han disipado las sombras ni aclarado, definitivamente, qué pasó entre bambalinas. Del segundo 23-F derivó un proceso de reprivatización no menos oscuro. Basta observar la punta del iceberg: Galerías Preciados, una de las perlas de Rumasa, fue «regalada» por 1.500 millones de pesetas al grupo venezolano de Gustavo Cisneros, quien la revendió tres años después por 30.000 millones. El milagro de la multiplicación -por veinte- de los panes y los peces.

El tiempo no se detuvo y Miguel Boyer, después de aquella madrugada de gloria, dedicó sus tres años de ministro a demoler el programa electoral que dio la mayoría absoluta al PSOE en 1982. Nunca compartió las «100 medidas para el cambio», entre las que figuraba la creación de 800.000 empleos durante la legislatura. Él era un liberal o, por decirlo en palabras de su asesor Joan Tapia, «un social-liberal». El profesor Juan Velarde, que lo considera uno de los ministros de Economía más notables de la historia de España, lo expresaba mejor que nadie ya por aquellas fechas: Boyer «intentaba nada menos que encajar en un Estado que pretendía caminar hacia el socialismo, un modelo liberal que se consideraba absolutamente indispensable».

Fue Boyer el pionero en la introducción de una política económica de sesgo liberal en el seno del socialismo español. Pero su papel no se limitó a esa aportación. Contribuyó también, incluso con su propia trayectoria política, a escribir el discurso económico único. Un discurso que quiere convencernos de que no existe alternativa a las políticas neoliberales. Solo existe una música, aunque varíen los intérpretes. Su vida lo ejemplifica: superministro de Felipe González, asesor de Aznar y miembro de FAES, interlocutor también de Zapatero y de Elena Salgado... y todo ello sin perder la coherencia. Él siempre mantuvo sus principios en materia económica. Fueron otros los que, asediados por el discurso hegemónico, depusieron las armas. Y así les va.