Telerrealidad

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

19 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando yo era un chaval y ponían en la tele La clave -ahora echan Mujeres y hombres y viceversa, no sé de qué demonios se queja el personal- salían mucho unos tipos a los que llamaban intelectuales. De hecho, Balbín se pasaba un buen rato leyendo los títulos y trabajos de la tropa que estaba sentada en aquellos butacones con mesita auxiliar (era auxiliar porque tenía siempre encima un cenicero humeante y un whisky con hielo, que ya se sabe que auxilia mucho al orador). El caso es que en la tele, en la radio y en los periódicos asomaba mucho el intelectual de guardia para poner algo de profundidad e inteligencia (de ahí la palabreja) en las cuestiones candentes. Porque había muchas cuestiones candentes donde ahora simplemente vemos problemas, a secas. Qué prosaicos nos hemos vuelto.

Se echa de menos aquel discurso agudo, aquel bullicio de neuronas. De la intelectualidad nos ha quedado la manía de firmar manifiestos a favor de Palestina y poco más. Ahora hay peña que se cree que los intelectuales son los cocineros Michelín y el consejero delegado de Apple, que molan mucho y son muy creativos y todo eso, pero tampoco están en la ontología misma de las cosas.

Se echa en falta a aquellos tipos para plantar cara a la banda de neofascistas irredentos (los hunos) y demagogos de medio pelo (los otros) que han salido de debajo de las piedras en cuanto el cuento de hadas de la transición ha empezado a fundirse a negro hacia el The End (pero no el de Disney, sino el que cantaban The Doors en la obertura de Apocalypse Now). Ya no tenemos a mano uno de aquellos intelectuales que, en pleno directo, pegaban un puñetazo en la mesa o se largaban al retrete a echar una meada fuera de escaleta. Nos hemos quedado atrapados entre los bocazas que creen que a los pobres hay que fumigarlos, para que no rechisten, y los charlatanes que se piensan que van a tomar la Bastilla desde el plató.

Pero, a falta de Balbín y su corrillo de metafísicos, oímos a uno de los nuevos líderes de la patria llamando al teléfono de aludidos de Jorge Javier, como si fuera un marido corneado o una ex despechada. Teniendo políticos arremangados y campechanos como Pedro Sánchez, que se codean sin remilgos con la princesa choni del pueblo, quién necesita a los plastas viejunos de los intelectuales.

Después de su paso por Sálvame y El hormiguero, se impone un rondo del secretario general por Cuarto milenio, El chiringuito de jugones y, ya puestos, que Jorge Javier le amañe una cita a ciegas con Rajoy en Hay una cosa que te quiero decir. Al tiempo.