Semblanza de un triunfador sencillo

Manuel Carneiro Caneda TRIBUNA

OPINIÓN

16 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cualquier pérdida humana resulta siempre lamentable; pero hay desapariciones que suponen una mayor tristeza por lo que implican. Si hace unos días nos abandonaba un referente del mundo bancario y financiero, ahora lo hace uno de los grandes de la distribución y los negocios en general. Isidoro Álvarez, un hombre bueno y generoso, otro de los grandes empresarios con los que contaba la marca España, nos ha dejado para desgracia de nuestro tejido empresarial.

Dedicado íntegramente a la construcción de un gigante comercial, hizo de la denominación El Corte Inglés un referente más allá de lo meramente comercial, entrando en lo propiamente vital y cotidiano. En nuestro país, resultaría extraño encontrar a alguien que no fuese cliente de sus establecimientos. Expresiones comerciales como «ya es primavera en El Corte Inglés» o la sensación de Navidad generada por sus inconfundibles decoraciones, forman parte indeleble de nuestra memoria colectiva.

El balance final de Isidoro Álvarez en sesenta años de absoluta dedicación a la firma fundada por su familia resulta abrumador: más de 90.000 empleados, 88 grandes almacenes en toda España (y ya en Portugal desde el año 1987), 43 hipermercados, cerca de 1.100 tiendas de diversa índole y 12 millones de tarjetas propias.

Además de toda esta presencia del triángulo verde, El Corte Inglés está diversificado en más de una decena de enseñas, realizando a través de la Fundación Ramón Areces una gran labor social. Negocio y mecenazgo se entrelazan de manera natural y continuada como en el caso del desaparecido Emilio Botín.

Y después de una trayectoria impecable, desde los inicios de la mano de sus familiares y mentores asturianos, Cesar Rodríguez y Ramón Areces, Isidoro Álvarez parece haber dejado orientado el buque insignia de la distribución española. A nadie le resulta ajeno que al coloso de las ventas al detalle la crisis le estaba pasando una gran factura, incidiendo especialmente en su deuda. Pero han sabido mantenerse aún en unas circunstancias especialmente desfavorables, sobre todo en lo referente a la caída de la cifras de consumo en los hogares.

Pero los directivos de raza, aún más en el callado estilo propio de una compañía fundada por laboriosos asturianos, se crecen en las adversidades y quizás intuyendo la imposibilidad de permanecer hasta el final de la tormenta, Isidoro Álvarez realiza en los últimos tiempos maniobras sensatas y medidas. Nombra director general a un miembro de la familia, Dimas Gimeno Álvarez, sabedor de la importancia que el control directo tiene en una empresa familiar como sigue siendo El Corte Inglés. Pero en la cautela propia del grupo, innata en su hasta ahora líder, apoya una decisión natural con una certera ayuda en marinería experimentada incorporando al grupo a un solvente y todavía más sensato Manuel Pizarro. El puente de mando cuaja así propiedad y profesionalidad en un maridaje que pueda resultar imbatible.

Diversos serán los frentes a los que deberán atender los directivos y profesionales del grupo; entre otros el inevitable aumento de las ventas, la reducción de la deuda contraída, la necesaria expansión internacional, el cambio de modelo de relación con los clientes o las nuevas orientaciones del consumo. Pero no dudamos de que, como en otras ocasiones, El Corte Inglés sabrá establecer el rumbo preciso y si acudimos al repertorio de eslóganes concebidos por la firma durante años, en este caso el aplicado a sus agencias de viajes, «tu viaje empieza aquí». La nueva singladura de la empresa cuenta, gracias a Isidoro Álvarez, con fundamentos más que suficientes.