Primera víctima de las encuestas electorales

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

10 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Adiós, Ana Botella. Adiós político. A ocho meses y medio de las elecciones municipales, anuncia que no se presentará. El vacío que deja es puramente local. Solo se trata del Ayuntamiento de Madrid que, a efectos de sus administrados, no son más importantes que los de Vilasantar o los de Pol. Pero es Ana Botella, con toda la historia y la simbología que tiene detrás. Y es Madrid, que para el Partido Popular es la joya de la corona, el emblema de su poderío y todos los tópicos que queramos añadir. Hay quien dice que Rajoy pensó la elección directa del alcalde más votado justamente para eso: para mantener la alcaldía de Madrid en el previsible caso de perder la mayoría absoluta.

Este dato es clave para entender por qué la señora Botella tira la toalla: porque no garantiza la renovación de esa mayoría absoluta. Si habla de satisfacción de la misión cumplida, es que estamos ante una dama exquisita que no quiere molestar a sus superiores; ante una militante que obedece con tanta disciplina como lealtad; pero no es toda la verdad: si Ana Botella renuncia a presentarse, podrá tener motivos íntimos, no lo discuto, pero es, sobre todo, porque los sondeos electorales no anuncian su victoria. Y digo más: es porque esos trabajos demoscópicos le otorgan más intención de voto a otro candidato, llámese Esperanza Aguirre, Soraya Sáenz de Santamaría o Cristina Cifuentes. El Partido Popular no se anda con bromas ni se mueve por simpatías cuando trata de alcanzar o mantener el poder: designa a quien diga la empresa demoscópica. Y, aunque le duela a Pedro Arriola, que tanto trabajó para Aznar, me temo que Ana Botella es la primera de sus víctimas. Víctima sin piedad.

La verdad es que la señora Botella no tuvo a la fortuna como aliada en su mandato, cuando la buena estrella (la baraka) es decisiva. Le estalló entre las manos la tragedia del Madrid Arena, justo además el día que celebraba con su marido el aniversario de boda. Tuvo que administrar las estrecheces de la austeridad, con el mismo deterioro de los servicios de otros municipios, pero en Madrid se nota más porque hay más medios dispuestos a denunciarlos. Padeció una huelga de basuras, que hace que la ira de los vecinos caiga sobre la autoridad más cercana, haga lo que haga. No la entendió la opinión pública ni la publicada cuando el célebre relaxing cup of café con leche. Y, para rematar infortunio, hasta se empezaron a caer los árboles en los jardines de Madrid. Eso no es buena o mala gestión. Es fatalidad. Frente a esos pocos sucesos, pero tan sensibles, se comprenderá que no hay buena gestión que los compense. Aunque Carlos III fuese el actual alcalde de Madrid, las encuestas lo estarían invitando a una salida educada y cortés.