No es sensato pensar que los responsables de un gobierno sean tan ignorantes, así que habrá que concluir que, a fuerza de negar la evidencia, Artur Mas y su portavoz, Francesc Homs, se han convertido en los reyes del cinismo. No hay otra forma de interpretar su supuesta sorpresa por el rechazo a la votación del 9-N. Es tan simple como que nada hay por encima ni al margen de las leyes, porque sin ellas no hay democracia, ni siquiera sociedad. No es difícil de entender, y ellos lo saben. Cometieron un error de cálculo. Y eso puede ser comprensible. Pero cuando fueron conscientes de ello, en lugar de rectificar, como cualquier gobernante responsable, emprendieron una huida hacia adelante que solo lleva a un callejón sin salida. Y a la fractura social. Como le advirtió ayer Pedro Sánchez, primero es el acuerdo y después, si acaso, la votación. En este caso, el orden de los factores es fundamental. Lo contrario es un chantaje inaceptable. Si tradicionalmente CiU ha hecho de su capacidad negociadora una seña de identidad, ahora más que nunca debe demostrarlo. Entre el neocentralismo de algunos y la fuga independentista de otros hay diversidad de posiciones y posibilidades de entendimiento que merece la pena explorar. Cierto que requiere tiempo, porque la solución es compleja y los intereses múltiples y variados, pero nadie ha dicho que el camino de la libertad y la democracia sea el atajo más corto.