La dialéctica del turbante y la chupa de cuero

OPINIÓN

04 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si usamos la estupidez para medir y catalogar la red de conflictos que rodean Europa -Afganistán, Irak, Siria, Israel, Kurdistán, Egipto, Libia y Ucrania-; si con ese mismo criterio analizamos el segundo cinturón de las guerras surgidas de la enfermedad, la miseria y las dictaduras -Pakistán, Sierra Leona, Mali, Níger, Chad, Nigeria y Somalia-, y si renunciamos al maniqueísmo como mágica explicación de todo lo que sucede -«nosotros somos los buenos y ellos los malos»-, podríamos convenir en que el disparatado drama que supone la creación del Estado Islámico (EI), gobernado por el califa Abu Bakr al Bagdadí, tiene su correlato necesario en aquel acto en el que comparece George W. Bush sobre la cubierta del portaviones Abraham Lincoln, vestido con chupa de cuero y rodeado de halcones criados en las granjas de Rumsfeld y Cheney, y proclama no solo la victoria sobre Sadam Huseín, sino el principio de un nuevo orden mundial basado en la guerra preventiva, la legitimidad universal de la violencia tecnológica, y el principio de que todos los que hacen la guerra calzados con alpargatas son terroristas, aunque luchen en su tierra y contra invasores equipados con uniformes y armamento de diez mil dólares por cabeza.

Al lado de los asesinatos perpetrados por los islamistas radicales siguen existiendo la cárcel de Guantánamo, el asesinato masivo de Abu Ghraib, el simulacro de juicio y el ahorcamiento de Sadam Huseín, y el linchamiento vergonzoso de Gadafi ante los ojos ciegos y los oídos sordos de la OTAN. Las muertes causadas por los defensores de la democracia y la justicia infinita son veinte veces más que las atribuibles a los islamistas y los terroristas, con el agravante de que la mayoría de esa carnicería se corresponde con civiles inocentes atrapados por los conflictos y convertidos en «efectos colaterales» que quedan absolutamente impunes. El uso de la fuerza, los asesinatos mediante drones, la tolerancia del militarismo sionista y el apoyo a masas manipuladas que intentaron derrocar gobiernos -Egipto, Ucrania y Siria- testifican hasta qué punto se está sustituyendo el Derecho internacional por el derecho de guerra, y cómo los civilizados occidentales nos queremos erguir sobre el mundo como los únicos propietarios de la guerra justa y la violencia legítima.

El avance calculado y tolerado de la miseria y la guerra, convertidas en instrumento de control del tercer mundo, hace que, aunque todavía estamos ganando las batallas, estemos perdiendo la razón y la decencia. Y a eso -a demostrar que somos unos pollos sin cabeza pertrechados con armas de última generación- están dedicados en este momento todos los terroristas del mundo. Y lo van consiguiendo. Aunque nosotros sigamos creyendo -irredentos maniqueos- que ellos son los malos y nosotros los buenos.