Emergencia humanitaria en el Kurdistán

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

16 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Son otras personas, es otra estación del año y otras montañas pero, 23 años después, la escena es la misma: cientos de miles de kurdos caminando por las pedregosas laderas de unas montañas, tan inhóspitas como crueles. En esta ocasión no son las cúpulas nevadas de los Zagros las que se ciernen sobre ellos mientras huyen de la despiadada persecución de las tropas de Sadam Huseín, sino las áridas cimas de Sinjar las que presencian el desesperado avance de las decenas de miles de yazidíes que escapan de las hordas del Estado Islámico. No son la nieve ni la temperatura bajo cero las que amenazan su supervivencia, sino el calor que supera los 45 grados, y la sed. En 1991, los kurdos del norte de Irak y los chiíes del sur, confiados en que tendrían el apoyo de la coalición internacional, se sublevaron contra Sadam. Como venía siendo habitual desde la fundación de Irak en 1921, la comunidad internacional prefirió mantener la unión del país, aún bajo un genocida, que arriesgarse a una reconfiguración territorial. El resultado fue el éxodo de millones de kurdos hacia las montañas y la muerte de decenas de miles hasta que la opinión pública forzó la actuación de los gobiernos. En el 2014, una vez más, la inacción internacional en Siria ha permitido que los terroristas islamistas traspasen la frontera, conquistando el tercio norte de Irak y forzando el éxodo de cientos de miles de kurdos y cristianos. El Kurdistán iraquí acoge a más de 1,2 millones de refugiados y desplazados internos. Asediado por el Estado Islámico, carece de recursos para proteger a su población y a los refugiados. La emergencia humanitaria está, una vez más, servida.