Divorcios estivales

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

12 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Con el ritmo de vida que hoy se lleva, divorciarse en invierno no es serio. Los afortunados que tienen trabajo salen casi de madrugada de su casa, para no reencontrarse con su media naranja hasta llegada la noche. Cansado y con la oficina en la cabeza, discutir sería propio de titanes. Por el contrario, en verano, las parejas pasan las veinticuatro horas del día juntos, y las cosas cambian. Los que ya no se aguantan, explotan. Imposible lo contrario. Si a eso le sumamos la suegra, la masificación de la playa a la hora de encontrar un mísero metro cuadrado en donde ubicar la sombrilla, y los siempre incordiantes niños reclamando al progenitor que deje de leer el diario deportivo para remojarse en las gélidas aguas de nuestras, eso sí, espléndidas playas, la situación se pone caliente antes del 10 de agosto. Sobre el 20 se toma la irrevocable decisión, y se pide cita al frío contestador de un bufete de abogados de familia que te apunta que dicha oficina permanecerá cerrada por vacaciones judiciales, y que dejes el oportuno mensaje que en su momento será debidamente atendido. Así, año tras año, los abogados hacen su agosto en septiembre. Y es que la convivencia extrema, cuando las cosas van mal en una pareja, se convierte en el mayor exterminador de muchos matrimonios. Empirismo puro y duro.