Les ha entrado la preocupación por convencernos de que somos nosotros quienes decidimos nuestro futuro. Tanto, que ahora quieren ofrecernos la democratización máxima de las instituciones y del sistema, con inventos como la reducción de parlamentarios y la elección directa de alcaldes, aunque bien podrían aprovechar otras iniciativas que se antojan más cercanas a los ciudadanos. Como la de que decidamos en qué se invierten nuestros dineros.
La Diputación de Lugo es la primera de España en hacer los Orzamentos participativos, en los que han tomado parte los ciudadanos, que indicaron en qué quieren que se inviertan los dineros provinciales. Y, sorprendentemente, no han pedido aeropuertos sin aviones, vueltas ciclistas, Gaiases, ni autopistas a ninguna parte. Lo que los lucenses solicitaron en las reuniones abiertas han sido más políticas sociales, sanidad, empleo, defensa del medio ambiente, residencias de la tercera edad, instalaciones deportivas y culturales y medidas contra la despoblación y la caída demográfica. Lo que pide la gente normal que sabe de las necesidades de los que no viven en palacios.
Si queremos acabar con esa distancia sideral entre el contribuyente y las élites, y queremos poner fin al despilfarro, no hay mejor forma de hacerlo que comenzar porque seamos nosotros los que decidamos a qué queremos dedicar nuestros sacrificios, que ofrecemos en forma de impuestos. Eso sí que es democrático, participativo y transparente. Y no tiene nada que ver con esas otras medidas que nos quieren colar y que se antojan, cuando menos, un tanto sospechosas.