María de Villota, el Principito

Cristina de la Vega AL DÍA

OPINIÓN

07 jul 2014 . Actualizado a las 10:12 h.

La vida a veces te da regalos, y como dice mi amigo el poeta Jorge Font, no se hagan preguntas, abracen el regalo y ya. A mí me ha dado el regalo de compartir con María de Villota, su familia y Arancha, la celebración de su vida justo cuando se cumplen dos años de su accidente. Escuchando a compañeros de su escudería he descubierto una María que no conocía: la mujer Rambo, la que no se permitía ni el más mínimo desliz consciente de ser escudriñada, la que comprobaba todo hasta el hastío de sus compañeros, la que no toleraba ni el más mínimo comentario por ser mujer en un mundo de hombres con mono.

Mi María, sin embargo, era el Principito, hasta físicamente se parecía, un rayo de luz intensa, penetrante, cautivadora, que inevitablemente te abducía. El denominador común entre ambas era una fuerza delicada pero tenaz, inaccesible al desaliento. Tuvo la inmensa suerte de que el amor la acompañara en su travesía, lo que para una mujer que realmente sabe lo que de verdad importa fue un gran bastón. María, que siempre había vivido a la velocidad del vértigo, supo aminorar cuando le calaron el coche. Eso es sabiduría, una sabiduría fruto del patrimonio de amor y educación que heredó en vida de su familia. Tenía además un inteligente sentido del humor, que es ese que consiste en reírte de ti mismo antes que de nada y de nadie, el que la llevó a plantearse hacer una prótesis de su ojo y meterlo en el roscón de Reyes si no le gustaba.

María ha sido en su corta pero ancha vida Rambo y el Principito. Conjúguenlo y la descubrirán. Y, por favor, recuérdenla siempre en su mejor versión. No permitan que su legado se pierda.