El pato que ganó a Hitler

Ignacio Benedeti LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

16 jun 2014 . Actualizado a las 14:01 h.

P rotestón, egoísta, holgazán? pero con un gran corazón, así es la personalidad de un pato que hace unos días cumplió 80 años.

«¿Quién, yo? ¡Oh, no! Tengo dolor de barriga», las primeras palabras de Donald en la pantalla grande -una disculpa para evitar un trabajo-, ya le definen desde The Wise Little Hen, su trabajo inicial, estrenado en junio de 1934.

Los cortometrajes de animación, conocidos en los Estados Unidos como Cartoons, precedían la proyección de todo largometraje durante la época dorada de la animación, y aún mucho después. La mayoría de los Cartoons eran obras de arte que, en siete u ocho minutos, preparaban el ánimo del espectador con historias originales y una animación excelente.

En su segundo Cartoon, la versión de Orphan?s Benefit de 1934, Donald revela nuevos detalles de su personalidad, como su carácter burlón y su temperamento voluble, una combinación explosiva que le acompañará el resto de su carrera. Otra de sus características peculiares es su ininteligible forma de hablar.

Como secundario de Mickey, Donald se encuentra presente en momentos memorables del cine de animación, como The band concert, de 1935, donde interrumpe constantemente a Mickey en su rol de director de orquesta. Donald, en muchos de sus Cartoons, parece que disfruta siendo un incordio para otros, aunque él no soporte las bromas de los demás.

En 1936, con el fin de responder a la popularidad ascendente del pato, Disney rediseña a Donald, que revela su aspecto actual en Moving Day. Pocos meses después protagoniza un Cartoon de Mickey sin la aparición del ratón, Donald and Pluto, preludio de su propia serie, que se inicia en 1937 con Don Donald. La personalidad de Donald lo vuelve el personaje de animación idóneo con el que Walt Disney contribuirá al esfuerzo bélico americano. En Spirit of 43 (1943), Donald es un pato indolente, egoísta, que está a punto de gastar su sueldo en diversiones, pero al final entra en razón y accede a pagar impuestos para combatir al Eje.

El más famoso de los trabajos antinazis de Donald es The Führer?s face, con el que ganó el Oscar de 1943 y que le catapultó en su momento a las más altas cotas de popularidad. Donald, en medio de una pesadilla, se cree trabajando en una fábrica de armamento en Nutziland (se pronuncia Naziland, aunque se podría traducir como «país de chiflados»). El plano final es la caricatura del rostro de Hitler, que desaparece de imagen tras varios tomatazos.

Desde el Donald egoísta y malévolo, pero con buen fondo, hasta el Donald valeroso que se burla de Hitler, el pato que ahora cumple 80 años presenta también un registro dramático menos conocido: el Donald irreverente, casi libidinoso que, en el infravalorado Los tres caballeros (1934), persigue sobre una alfombra voladora a bellas bañistas de imagen real, tras avistarlas con un fálico telescopio en el más puro estilo Tex Avery. En los Cartoons de los años cincuenta, Donald pasa a ser el sujeto del ataque de distintos personajes, como las ardillas Chip y Chop o sus sobrinos, de forma a veces ciertamente cruel. Los sufrimientos de Donald y sus reacciones imprevisibles, coléricas a veces, pero matizadas por su buen fondo, lo han convertido en un personaje entrañable para varias generaciones de distintas culturas.