La cruz del Partido Socialista

Daniel Ordás
Daniel Ordás FIRMA INVITADA

OPINIÓN

16 jun 2014 . Actualizado a las 12:53 h.

El PSOE ha sobrevivido a dos restauraciones monárquicas, tres reyes, dos guerras civiles, dos dictaduras, una dictablanda, una república, dos guerras mundiales, atentados terroristas, represión militar y 36 años de exilio, entre otras calamidades, y ahora se ahoga en un vaso de agua en la mejor época de democracia que haya vivido España en su historia (por muy deficitaria y criticable que sea la democracia actual, hay que reconocer que nunca España pasó un período tan largo de libertad y democracia). Sería el colmo del cinismo histórico que el PSOE fracasara en una época de democracia en la que pasó dos tercios del tiempo en el Gobierno y la mitad incluso con mayoría absoluta. ¿Por qué el PSOE puede superar casi todo menos dos años de oposición a Mariano Rajoy?

En los últimos dos años hemos vivido el fin de una época en España. La crisis aceleró el final de la primera parte de la transición. No queda nada de la ilusión de 1978 y 1982. Los niños que nacieron el día que murió Franco están a punto de cumplir 40 años, están parados, con trabajos precarios o en la emigración, tienen hijos estudiando en un sistema que cambió seis veces desde que ellos fueron a la escuela y viven en muchos casos de los ingresos de sus padres y abuelos. Incluso los niños que nacieron cuando Naranjito y Felipe González ilusionaban a las masas con visiones de un Estado social, moderno, europeo y libre, ya han pasado los 30 años y votan por cuarta vez en unas elecciones generales. Los ciudadanos que se molestan en ver las noticias se encuentran con un desfile de corruptos e imágenes de las entradas de los tribunales. En esta situación de crisis, crispación e incertidumbre, España se divide una vez más en dos bandos: uno inmovilista, para evitar lo peor, y otro dispuesto a romper con todo por una aventura que podría llevar a algo mejor.

El PP, desde su responsabilidad de gobierno y posición ideológica, defiende el statu quo incondicionalmente. Lo entiende como su responsabilidad en el ejercicio de gobierno y concuerda con su carácter conservador, que es perfectamente legítimo. Otras fuerzas atraen simpatías con propuestas de cambio total, sea este con la separación e independencia, como en Cataluña y Euskadi, o sea con propuestas de nuevos proyectos de cambios radicales hacia aventuras nunca experimentadas, de las cuales algunas superan el carácter de utópicas.

Entre estas dos posiciones legítimas y opuestas, el PSOE no encuentra lugar ni espacio para unir y mediar, no encuentra el equilibrio entre responsabilidad de Estado e ilusión. Ante las amenazas de retrocesos sociales y democráticos que plantean los conservadores, se lanza a las calles como los más perroflautas y cuando sus amigos de la calle proponen referendos por la secesión, la república, contra la privatización del agua, la prospección petrolera y mil cosas más, entonces el PSOE se atrinchera con Rajoy en la Moncloa y se escuda tras la Constitución.

La últimas elecciones europeas han demostrado que los ciudadanos, cuando tienen que elegir entre inmovilismo y superchachi, se decantan por votar al original y de nada sirve haberse acostado con ambos bandos. En ningún momento el PSOE plantea con seriedad y concreción un proyecto global de reforma del sistema político que abarque las cuestiones de Estado: democracia, federalismos, corrupción, secesión, monarquía, fiscalidad, igualdad? Siempre se limita a constatar errores y poner parches o decir que hoy por hoy no es posible por falta de cuórum.

El golpe de las elecciones europeas hubiera sido el momento idóneo para elaborar un proyecto de reforma constitucional que rompa con el inmovilismo del PP y que sea menos rupturista que la propuesta superchachi de los de «a por todas». Con razón, cuando salen los dirigentes socialistas a manifestarse contra los desahucios, contra la ley mordaza, contra la ley del aborto? la calle los recibe con abucheos y desconfianza y cuando se ponen de corbata la Moncloa los recibe con sorna y desconfianza. Debe descubrir que entre la gomina y la coleta hay un término medio entre el chantaje de pacta sunt servanda y el «tira para adelante que todo vale».

Ahora, increíblemente, el PSOE se lía en un debate estéril de si congreso extraordinario, primarias abiertas, comité federal anticipado, elección de secretario general preanticipado y consulta sobre la elección ante-pre-anticipado. Los temas políticos y de contenido, según me confirman varios socialistas más enterados que yo, se debatirán en un Congreso -¡en el 2016!- y en conferencias políticas en plena campaña de las elecciones municipales. Así no se va a ningún lado.

Más que el futuro del PSOE me preocupa el de España. Si nadie consigue cerrar el vacío entre las dos Españas que se distancian día a día, entraremos en una dinámica tremenda. Se pueden y deben hacer propuestas de reforma profunda y necesaria de la Constitución ya, sin esperar a que estalle nada y sin defender lo indefendible. La política no consiste en reaccionar, sino en prever y actuar. Lo que menos le importa hoy a España es si el nuevo secretario general del PSOE o su candidato a la Presidencia del Gobierno es más o menos guapo, más o menos barón o varón. Lo que ahora hace falta son propuestas, más ilusionantes que las del inmovilismo y más realistas que las superchachis, por eso hace dos años presenté con el abogado gallego-suizo Juan Cortizo el proyecto www.reforma13.es.