La pasión de las Sorayas

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

01 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Uno de los episodios más chuscos de la vida política de los últimos tiempos es el que podríamos denominar «pasión de Sorayas». Una, la socialista, lanzó una grave acusación de cobro de sobresueldos por importe de casi 600.000 euros, se entiende que en dinero negro. A la otra, la vicepresidenta, solo le faltó responder aquello de «eso no me lo dice usted en la calle», descalificó esa forma de hacer oposición y después, en los pasillos, sorprendió los oídos con su vehemencia: «En mi puta vida he cobrado un sobre». La historia se podía quedar en un simple encontronazo, pero tiene demasiada importancia como para liquidarla con esa facilidad. No es una anécdota. Es un hecho de notable gravedad, por no decir de máxima gravedad.

Hago esta afirmación por varias razones. La primera, por lo fácil que resulta acusar de delitos en la política en este país. Un periódico digital publica eso, la afectada no le da importancia y no se molesta en desmentirlo, y una portavoz parlamentaria de la oposición se encarga de convertirlo en verdad oficial que constará en el Diario de Sesiones. Soraya Rodríguez no presentó ninguna prueba de los supuestos cobros ilícitos de la vicepresidenta, porque obviamente no la tiene. Pero goza de inmunidad como diputada y eso le permite decir eso como podría decir que en el recinto de la Moncloa se falsifican billetes de 500 euros. Estoy de acuerdo con la vicepresidenta: esa no es forma de hacer oposición. La segunda, porque en España tampoco se sabe hacer una campaña electoral sin una alta dosis de crispación. Cuando gobierna el PSOE, es el PP quien la fomenta. Cuando gobierna el PP, la crean los socialistas. Cuando están en la oposición, ambos creen que hay que tensionar el ambiente para movilizar al indeciso. Ambos entienden que no hay límite para el insulto ni la denuncia indemostrable. Y ambos consideran estos juegos como algo establecido y aceptado. ¡Qué error! ¡Qué pésimo ejemplo para la ciudadanía!

Y la tercera, porque se ha perdido el respeto al honor de las personas y de las propias instituciones. Se entiende que en política todo vale, se camuflan los ataques en un comprensivo ?son cosas de la política? y se atenta contra la imagen de un adversario con absoluta tranquilidad, como si solo se tratara de una representación teatral. «Calumnia, que algo queda», decía un célebre cínico y, si la acusación a la vicepresidenta resultase falsa como este escribidor cree, siempre habrá alguien entre los 46 millones de españoles que piense que «algo habrá» y que «cuando el río suena, agua lleva». Desdichadamente para Soraya Sáenz de Santamaría, hemos visto tantas indecencias y tanta financiación oscura en su propio partido, que todo resulta creíble.