Al Sisi, ¿el salvapatrias egipcio?

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

04 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La historia de la humanidad está jalonada de personajes sedientos de poder, con gran capacidad para manipular la opinión pública, que aprovechando momentos de crisis logran acceder al Gobierno: son los salvapatrias. Personajes que, una vez alcanzado el sillón presidencial, se convierten en dictadores cruentos, a los que no les tiembla el pulso ordenando la muerte de millones de personas. Desde Hitler y Stalin en la primera mitad del siglo XX a los más recientes, pero igualmente sanguinarios, Al Asad, Bokasa, Gadafi, Idi Amin, Sadam Huseín, Pol Pot, etcétera, todos han seguido un mismo patrón: empleo de la fuerza, apoyo incondicional de seguidores, que se benefician de prebendas o temen correr una trágica suerte, y amparo en el principio de no injerencia internacional para permanecer en el poder.

Librarse de ellos no es fácil, casi siempre es preciso un levantamiento armado o el derramamiento de sangre y, una vez acabado con el dictador, complicado resulta evitar que otro ocupe su lugar. Así, cuando todavía no hemos superado la primera oleada del despertar árabe y se manifiesta que los grandes cambios sociales y las revoluciones son procesos que, inexorablemente, deben sufrir avances y retrocesos, asistimos a una etapa de involución muy preocupante. El golpe militar de julio del año pasado en Egipto parece cumplir sus peores expectativas: brutal represión a la disensión y presentación del mariscal Al Sisi a la presidencia del país. Un nuevo faraón que promete seguridad a costa de libertad, pero, ¿y el pan, y el trabajo? ¿Es Al Sisi un mal menor en comparación con el futuro que auguraba el Gobierno de los Hermanos Musulmanes? ¿Se someterán de nuevo los egipcios o volverán a salir a las calles para recuperar su revolución?