Ucrania: ¿Por fin un Gobierno del pueblo?

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

24 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Es muy difícil definir cuál es la situación de un país y el sentir de su población en un artículo. Cuando ese país se halla fragmentado en dos bandos, en el que uno de ellos, a su vez, es un conglomerado de ideologías unidas temporalmente por un objetivo común, la tarea se complica aún más. Si hablamos de Ucrania, el Estado de transición entre Rusia y Europa, el granero de la extinta Unión Soviética, hablar del tema es casi una osadía. Sin embargo, la desigual lucha entre dos facciones enfrentadas de manera irreductible, en este caso entre prosoviéticos y proeuropeos, parece reproducir la eterna lucha entre el bien y el mal, entre la dictadura y la democracia, entre la injusticia y la libertad, que, de manera tan intensa y extensa está teniendo lugar en todos los continentes de este planeta.

Desde los levantamientos en el Magreb y Oriente Próximo y sus guerras civiles y conflictos: golpe de Estado militar en Egipto, guerra civil siria, caos iraquí, pasando por las protestas en Tailandia, los golpes de Estado en la República Centroafricana o Sudán hasta la preguerra en Venezuela, da la impresión de que los pueblos se han puesto de acuerdo para enfrentarse a los Gobiernos que consideran corruptos y dictatoriales y a aquellos que los defienden. De momento, el prosoviético Yanukóvich ha cedido a la presión en la calle pactando con los líderes de la oposición para evitar un baño de sangre aún mayor que el producido en los últimos días.

El Parlamento no ha tardado en destituirlo y convocar elecciones anticipadas. No se puede afirmar que ha imperado la sensatez o la cobardía, sino que este acuerdo es fruto de la presión, fundamentalmente occidental. Baste mencionar la amenaza del ministro de Asuntos Exteriores polaco a la oposición sobre una posible declaración de ley marcial y la salida masiva del Ejército a las calles. No es difícil imaginar la furia de Putin. Y es que Rusia no ha dicho la última palabra todavía y puede hacerlo de muy diferentes maneras, alguna tan rebuscada como el envenenamiento por dioxinas de Yushenko, la líder de la revolución naranja que le hizo frente años atrás. Sea como fuere, el papel ruso además de importante es muy delicado.