Mejor tomarse en serio las elecciones europeas

Manuel Campo Vidal CRONICA POLÍTICA

OPINIÓN

23 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Tradicionalmente, las elecciones europeas han servido para poco más que un desahogo de los ciudadanos. ¡Cómo explicar sino que Ruiz Mateos y su yerno consiguieran escaño en Estrasburgo! O aquel eurodiputado de Herri Batasuna que agradeció a ETA dos semanas después con el brutal atentado en el Hipercor de Barcelona. Se atragantó el voto a quienes habían elegido aquella papeleta en cualquier rincón de España como forma de protesta. Aunque también hay esperpento en otros países: no olvidemos a la famosa actriz porno italiana Cicciolina sentada entre sus señorías por voluntad popular.

Este año, las elecciones europeas, en principio, prometían ser una feria, especialmente por el descrédito de la política que advierte cualquier encuesta: como preocupación de los españoles figura el paro en primer lugar y la corrupción, enseguida. En la consideración por profesiones, los políticos están en la cola. Con ese cuadro, la previsión es que la cita del 25 de mayo se tome como una gran oportunidad para el desahogo con castigo preferente para los dos grandes partidos, lluvia fina de esperanzas para los emergentes viejos o nuevos -Izquierda Unida y Rosa Díez- y sorteo de oportunidades para los neonatos, a saber Vox presidido por Ortega Lara y alguna candidatura que evoque las movilizaciones del 15-M. Y algo más, la abstención, acaso como protagonista relevante, porque también se interpreta como una protesta.

Así las cosas, Rubalcaba se ha puesto serio, ha colocado a su número dos, Elena Valenciano, como cabeza de lista y defiende con pasión la trascendencia de esta cita electoral: «Europa está cada vez peor y es preciso intervenir desde la ciudadanía. Y algo más: por primera vez este Parlamento Europeo tendrá más competencias que nunca y habrá que hacer allí política, o la harán por nosotros y contra nosotros». El dilema es ese: nos ocupamos de Europa y en consecuencia votamos responsablemente, o la dejamos caer. César Alierta, presidente de Telefónica, es claro cuando se le pregunta: «La Unión Europea tiene mucho que decir en el futuro». Incluso en el futuro inmediato, porque si la Unión no se recupera, difícilmente España saldrá de la crisis, por más que las agencias de calificación ya empiecen a mirarnos mejor. El peso de la argumentación política del líder socialista es potente porque basta pensar en el drama de las fronteras europeas del sur, de Ceuta a Lampedusa, pero también al referirse a la economía estancada. Y lo argumenta elogiando al ministro Luis de Guindos, que criticó en Bruselas los bandazos de la UE, que, en un momento determinado, animó a los países de la eurozona a gastar más e inmediatamente después pasó a exigir austeridad y recortes sin piedad.

Frente a esa actividad renovada del líder socialista, que parece recuperar la iniciativa política en asuntos de tanta trascendencia -en este caso en sintonía con los líderes empresariales-, el líder popular ofrece, de momento, el tradicional inmovilismo que tanto desespera a sus seguidores. A tres meses de las elecciones no se sabe quién encabezará la candidatura y, si es el ministro Arias Cañete, que parece resistirse, no se adivina el alcance de la remodelación posible del gabinete. En el PP nadie sabe nada sobre casi nada y no hay noticia interna alguna con la que contrarrestar las novedades casi diarias que siempre están relacionadas con la corrupción. Esta semana la dimisión del senador y ex hombre fuerte de Esperanza Aguirre, Francisco Granados, por tener una cuenta en Suiza, y la investigación del juez Ruz sobre la relación de suculentos pagos de la trama Gürtel a un tal PAC, supuestas iniciales de Paco Álvarez Cascos. Claro que Rajoy terminará por nombrar candidato, pero concediendo alguna ventaja, al menos de tiempo, a sus oponentes y regalándoles bazas de movilización como estamos viendo con la iniciativas parlamentarias de sus ministros Wert y Ruiz Gallardón. ¿Lo tiene todo tan atado y bien atado como para hacer regalos?

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