Jueces iluminados, Gobierno apresurado

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

12 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Eso de dictar orden de busca y captura de grandes represores o gobernantes asesinos está muy bien. Es muy grandioso, muy justiciero, muy imperial, muy revolucionario, muy romántico y todos los calificativos que se quieran aplicar a una empresa tan inspirada en los derechos humanos y en la llamada justicia universal. El juez que pidió a Interpol la detención del expresidente chino Jiang Zemin para juzgarlo en España por la sanguinaria represión en el Tíbet, es un soñador que merece ser distinguido con el premio al utópico del siglo XXI. Mientras tan sublime distinción se le concede, él se imagina al político chino entrando en la cochera de la Audiencia Nacional en un furgón de la Guardia Civil y enviándolo a Soto del Real a compartir sombra con Bárcenas y Díaz Ferrán.

Digo yo que el magistrado don Ismael Moreno aspira a conseguir esa proeza porque, de lo contrario, cuesta entender que haya dedicado tanto esfuerzo a justificar su decisión. Y además, lo hizo con cierta vocación de heroísmo, porque decretó la detención de Jiang Zemin 24 horas antes de que la mayoría del PP anulase en el Congreso su fantasía y las fantasías que le puedan seguir.

A partir de ahora, hay una nueva distinción de malos y buenos. Malos malísimos, los gobernantes españoles, que permiten a los dictadores del mundo campar a sus anchas sin nadie que les pida cuentas por sus fechorías. Buenos buenísimos, los valerosos jueces dispuestos a perseguir el crimen allá donde se cometa, sin importarles las consecuencias diplomáticas, ni económicas, ni los perjuicios que puedan causar al país. Eso no es asunto de jueces. Lo suyo es quedar como perseguidores del crimen, aunque sepan perfectamente que nunca lo van a conseguir.

¡Viva, por tanto, la utopía! En algunos de nuestros jueces se ha reencarnado la parte del espíritu del Mayo francés que reclamaba «sé realista, pide lo imposible». No dan abasto a resolver el inmenso atasco judicial y se dedican a buscar represores del otro lado del mundo porque España se les ha quedado pequeña. Y lo peor: obligan al Gobierno a reaccionar con parecida falta de solvencia y anular ayer a toda prisa la justicia universal, porque esos jueces independientes nos pueden meter en líos descomunales.

Ahora, por la ambición de unos y el pánico de otros, entre jueces de líos siderales y el Gobierno apresurado, nos quedamos sin vía legal para exigir responsabilidades, por ejemplo, a los americanos que asesinaron a José Couso. Orden de detención para un chino que nunca veremos aquí y carpetazo para un español asesinado en una guerra. Triste balance de una hazaña. Triste balance del pulso entre la España justiciera y la España que no sabe, no quiere o no puede exigir justicia.