¿Un debate imposible?

OPINIÓN

10 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En este país resulta muy complicado hablar de temas de bioética. Enseguida se dogmatiza y se descalifica. Llevo años tratando de entender por qué la reflexión sobre cuestiones tan delicadas como el aborto, la eutanasia o la distribución y gestión de recursos sanitarios está tan envenenada y se resiste a una discusión razonable. El maniqueísmo, la banalización y los intereses partidistas están demasiado presentes. Y los políticos desprecian las instituciones que ellos mismos crearon para tratar de insuflar un poco de sentido común a esta situación (Comité Nacional de Bioética).

Estoy cansado de que a los contrarios al aborto y a la eutanasia nos califiquen de intolerantes o recalcitrantes. ¿Con qué autoridad se hace semejante juicio? Exponemos nuestros argumentos en la plaza pública como ciudadanos que somos, no se los arrojamos en la cara a nadie. Y distinguimos claramente entre una ética de máximos y otra de mínimos. Entendemos que la defensa de la vida humana, en particular de la que está en una situación de máxima vulnerabilidad, es signo de humanidad y de progreso, y que el de autonomía no es un principio ético absoluto.

Me extraña, por último, la tibieza de ciertos dirigentes del PP ante la reforma de la ley del aborto, pues parecen querer nadar y guardar la ropa a un tiempo: sin identidad, un partido está abocado al fracaso.