Urge la civilización de los partidos políticos españoles

Jaime Miquel
Jaime Miquel TRIBUNA

OPINIÓN

31 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El PP cierra el año 2013 con 6,4 millones de votos ante unas eventuales elecciones generales, 4,5 millones menos que en el año 2011, mientras que el PSOE lo hace con 5,2 millones de votos, que son 6,1 millones menos que en el año 2008. El dato fijo que nos acompañará hasta el año 2015 es la fragmentación del Parlamento español tan pronto se voten elecciones generales, hasta el punto de que el PP (141 escaños en la actualidad) y el PSOE (108) no alcanzan los 176 escaños con sus socios naturales, UPyD (16) e IU/ICV (33), ni con estos y terceros, distanciados casi todos por la defensa común del statu quo, que es el modelo territorial de las comunidades autónomas y la Constitución de 1978, porque la España federal que enuncia la vieja izquierda española solo es una frase y lo sabe todo el mundo. El único pacto de gobierno está ya escrito en números, es entre el PP y el PSOE, se materializará en el año 2015 y durará hasta el año 2019, porque se hará para gestionar la convergencia exigida por la UE.

Si se marchan los votantes del PP y del PSOE es porque estos partidos se han quedado sin ideas, probablemente por no haber tenido que revisarlas durante los últimos 36 años. Han hecho lo que ha querido ante la indolencia generalizada de una sociedad alejada del poder, sumisa y clientelar, así han llegado al siglo XXI y lo que está en crisis es su pensamiento político. Es la crisis de representatividad del PP y del PSOE, pero también de IU o el PCE y de los nuevos UPyD y Ciutadans, cuyo líder, Albert Rivera, se postula para ocupar el lugar central en la política española. Que le haya ganado la posición al PP de Alicia Sánchez-Camacho en Cataluña no quiere decir que su partido represente el lugar de encuentro, porque las naciones catalana y vasca existen, también la gallega, y la sentencia de Estrasburgo sobre la doctrina Parot no es un ultraje, es una norma de convivencia de nuestra civilización, la europea occidental. Si el 90 % de los gibraltareños no quieren ser españoles, no deben serlo, lo mismo que el 90 % de los ceutíes no quieren ser marroquíes y esto nos basta. El pensamiento del político español es dogmático, arbitrario y despótico, y esto es lo que está en el centro de la crisis de representatividad del sistema electoral general.

Porque es un hecho cierto que el mismo sistema representa a las personas en Cataluña, donde la participación es más que aceptable y emergen con facilidad ofertas de reemplazo: esa sociedad civil es distinta más avanzada que la española en su conjunto. Lo mismo sucede en el País Vasco; el PNV y EH-Bildu representan a 6 de cada 10 votantes sin complicaciones, que son 4 de cada 10 electores por 2 de cada 10 representados por el PSE y el PPPV, los otros 4 no votan. En Galicia, Xosé Manuel Beiras ha configurado también un espacio electoral que es distinto y no debe abandonarlo. Ya se dan condiciones de mercado para la concurrencia de candidaturas de reemplazo de estos partidos españoles, todos necesitados de una civilización urgente, sean viejos o nuevos porque todos representan lo viejo.