Superado el Gobierno, es la hora del Estado

OPINIÓN

14 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El Gobierno español, en su amplia acepción de poder y oposición, acaba de ser desbordado por dos señores -Junqueras y Mas- que han decidido pasar a la historia como mártires del imperialismo español, y con la muy fundada esperanza de que la nación catalana, tan afecta a llenar sus calendarios con números rojos y coronas de muertos, cambie lo que hoy es la Diada por el Dúo Dinámico, siempre que este nombre no haya sido registrado por otros cantantes.

Este desbordamiento se produjo porque lo que ayer dijeron Rajoy y Rubalcaba -dando sensación de unidad constitucional y sentido del Estado- era como un brote de liderazgo teatral y a toro pasado, y porque ambos -con sus silencios y desconciertos el PP, y con sus patinazos y ambigüedades el PSOE- ya habían colaborado eficazmente a hacer ingobernable el órdago nacionalista. Los dos lo hicieron muy mal, peor Rubalcaba que Rajoy. Y los dos rectifican sus posiciones cuando ya es evidente que el mayor bluf de la política catalana, Artur Mas, consiguió meternos el gol de su vida, sin que quepa esperar que la inevitable frustración e hibernación del proyecto independentista ponga fin a esta enloquecida reivindicación levantada en contra de España y del proyecto europeo.

Lejos de estar ante una demanda nacida del pueblo -que en realidad estaba convencido de que el astuto Pujol se la jugaba al Estado, y se llevaba el dinero a espuertas usando la tensión nacionalista-, estamos ante un agravio inducido desde las instituciones del propio Estado, que el pueblo catalán ha comprado con increíble candidez, y que ahora actúa como una batería de falsos agravios y reales confrontaciones que nadie sabe resolver. Por eso creo que cualquier cosa que diga el Gobierno y sus instituciones resbalará sobre Cataluña como un trineo en un glaciar, y que la única posibilidad que nos queda para salir de esta con éxito regular -porque de salir bien ya tenemos que olvidarnos- es invocar la idea de Estado para generar cordura.

Porque el Estado somos todos. Y porque en su nombre -el de Patria huele hoy a gasolina- se puede pedir que no solo los políticos, sino también los empresarios, los intelectuales, la gente corriente, los medios de comunicación, las autonomías, las familias, los estudiantes, los jubilados, los financieros, los tertulianos, los jueces, las prostitutas, los curas y los obreros, tomemos conciencia de que nos estamos metiendo en un lío tan gordo como estúpido, tan falaz como estéril, y tan trapalleiro como peligroso, y de que ha llegado la hora de poner sentido y racionalidad en esta ruda e infantil deriva de la crisis.

Porque si esto sigue por donde va -como un pulso tramposo entre políticos de baja cualificación, asesorados y jaleados por académicos mercenarios- será como caminar por la historia con una bomba de relojería en el bolsillo.