Palabras de destrucción masiva

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

01 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Un refrán es un dicho popular y anónimo de carácter sentencioso. Es una forma de sabiduría popular que pertenece al género paremiológico, como las máximas, los aforismos y los adagios, entre otros. Una sentencia es una frase o dicho que tiene un contenido doctrinal o moral. Una frase es un conjunto de palabras que tienen un sentido, un sujeto y un predicado. En el hablar coloquial utilizamos estas herramientas del lenguaje para acortar respuestas, formular preguntas, orientar conductas o sembrar dudas.

Mi abuelo solía responder y cerrar muchos debates domésticos con un escueto: «Al que nace barrigón, es inútil que lo fajen». Y se acabó la historia. Mi madre advertía sutilmente de la necesidad de no perder el tiempo con un borroso: «Cuando el demonio no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo». Allá tú lo que sacases del asunto. Un compañero, cada vez que se produce la insoslayable destitución del gerente, hecho obligado en cada cambio político -hay que mover el banquillo-, ante el ir y venir de aspirantes y políticos siempre se arranca con el «reunión de pastores, ovejas muertas, date por jodido». Sobran comentarios.

Hasta aquí todo bien, todos echamos mano del recurso de un refrán, una sentencia o una frase más o menos ingeniosa para comunicarnos. Pero hay algunas palabras cotidianas que sin ser refranes, ni sentencias, son coletillas que cuando te las arrojan actúan como armas de destrucción masiva. Freud situaba el comienzo de la civilización en el momento en que el hombre, en vez de lanzar un venablo a su enemigo le lanza una injuria. A partir de ese momento sabemos que una palabra puede curar y también puede fulminar. Cada uno tendrá sus frases letales, pero hay algunas habituales que si no aniquilan es evidente que cabrean. Apostillas tales como el: «Te lo digo como una crítica constructiva»... Epílogo seguro de que lo que te acaban de decir, lejos de construirte, te acaba de destruir. La falsa complicidad del «te voy a ser sincero...» acaba la mayoría de las veces siendo un «sincericidio» o una impertinencia.

El lugar común del «como no puede ser de otra manera» es otra de las frases hechas que provocan a la razón y uno se pregunta: ¿Quién dice que no hay otra manera? ¿Por qué no? Algo muy semejante al cotidiano «qué te voy a contar... que tú no sepas?». Que te da la venia para responder: «¿Pero quién te ha dicho a ti que yo se qué?». O me lo cuentas o te callas. Lo que yo te diga.

O lo que decía Castelao: «Xa co sabes: voucho dicir».