La Voz me acerca la triste noticia del fallecimiento de Felipe Criado, quien, además de pintor, fue profesor (catedrático de Dibujo). De ahí viene mi relación con él. Esporádica en el tiempo y en el espacio, pero siempre gratificante y positiva con la constante presencia de su esposa Mercedes. Quizá el mayor acercamiento se produjo en los agostos de los 90, cuando tenía reservada la roca central de la playa de Areas. Su quijotesca figura reposa en una silla de lona, mientras lee, respira aires marinos y busca inspiraciones para su excelente plástica, decía en mi artículo Los dos Torrente de Felipe Criado (La Voz, 7-9-91). Hay un Torrente en primer plano, con un gesto clásico, como queriendo hablar y otro Torrente detrás, como diciéndole algo al Torrente de delante, como aconsejándolo. Son los dos Torrente de Felipe Criado. Es una realidad visible por la genialidad del pintor.
Dicen que Felipe Criado murió, prácticamente, con los pinceles puestos, como corresponde a un pintor de casta que disfruta con su trabajo. Estoy seguro que ese amor al Arte (con mayúscula) también habrá dejado su impronta en muchos de sus alumnos, en su faceta como profesor. Su hidalguía omnipresente aparece también en su esquela. No se admiten flores, pero si cualquier donativo en su memoria a la Cocina Económica. Descansa en paz, amigo. Mis condolencias a Mercedes y a todos sus deudos.