La última fiesta

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

19 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Al alba, cuando ayer se descorrió el telón de la noche y la primera luz del día desveló cautelosa la mañana, la grea caballar de yeguas y potros cabalgó la brisa y galopó la pradera invisible de piedra, cruzando la plaza de la catedral de la Asunción, y los sementales saludaron genuflexos a nuestro señor san Rosendo, guarda mayor del viento, como lo vienen haciendo desde hace más de ochocientos años, tal día como ayer.

Cruzan Mondoñedo todo y al trote se agrupan junto a los Remedios. Son, están siendo, las ultimas ferias del calendario festivo de Galicia. Son, están siendo, As San Lucas mindonienses, en una tierra poblada de obispos y mariscales, de lluvias y de credos, de pan candeal y de profundos valles por donde canta el río latines gregorianos y serpentea el talle urbano colándose como si tal cosa por el arco románico de un puente que por allí llaman del Pasatiempo donde se distrajo el indulto real que hubiera salvado la vida de Pardo de Cela.

Tardarán muchos meses para que de nuevo por la Santa Cruz se reanude la romería interminable que hace que el país se desperece en verbenas y fuegos de artificio en una sucesión plural de santos patronos.

Dentro de muy poco tiempo se instalará el otoño con su carro de lluvias reiteradamente obstinadas y la tarde se acortará mermando la luz en una Galicia anochecida. Mondoñedo se cerrará sobre sí misma, como una ostra que guarda la perla señorial de la vieja sede episcopal, y no volverá a abrirse hasta que el sol tibio de las primaveras vuelva a cubrir las fachadas de piedra con el oro viejo atardecido que solo es posible contemplar en abril y mayo, y que se queda para siempre en la mirada del viajero.

Hubo un tiempo en que tal día como ayer, fiesta grande, la ciudad entera olía a hierba recién cortada y a tahona, alimento básico para bestias y humanos cuando Mondoñedo se convertía en zoco con docenas de puestos exóticos de charlatanes y falabaratos ofreciendo su catálogo de maravillas, de ungüentos y elixires de mantas zamoranas y talabartería fina de las ciudades que están más allá de León, de Verona y de Chartres, de Lucca y de Orán, con la banda sonora de ciegos cantores relatando horrendos crímenes. La corte de los milagros hacía su última estación antes de que el invierno volviera a cubrir la Xesta con el blanco manto de la nieve.

Mondoñedo en la memoria, Mondoñedo en el corazón, la última feria de Galicia. La gran fiesta del otoño gallego para honrar a un médico evangelista que escribió preciosas crónicas en el más nuevo de los testamentos que recoge la Biblia.

He de ir, viajando por los libros, volviendo a Mondoñedo en otro octubre. Vendrá Loureiro y leeremos a Cunqueiro y a Noriega. Viajaré en otro otoño a Mondoñedo. He de ir, volver a As San Lucas.