Los niños del agua

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

06 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El papa Paco anda indignado con lo de Lampedusa, y no es para menos. Los gallegos sabemos mucho de mar y de ahogados, y nuestros cementerios están llenos de flores y de vida, y de tumbas de los que la perdieron en el mar. El Gobierno italiano tiene prohibido ayudar a los africanos que cruzan desde la tierra de san Agustín hasta la isla que dio el apellido al autor de El gatopardo. Parece que han muerto niños, que sin comerlo ni beberlo siempre pagan los platos rotos. Como el niño balsero cubano que con tanta pasión y tanta estupidez defendía Gloria Stefan. O como esa niña que nació en China y que en una insólita pirueta del destino acabó siendo asesinada doce años después en Santiago. El más largo viaje para venir a morir a la playa. En todas las guerras, pero también en todas las paces, los niños son mercancía de desecho, el fardo que se tira cuando hay que echar a correr, los que matan los maridos despechados para dañar a su madre, o los que entrega la madre a su novio para que les apague pitillos en los brazos a cambio de una limosna de amor. Todas estas cosas acaban de pasar aquí. Nosotros, que respetamos el mar porque nos rodea y nos acosa, pero nos da trabajo y antes nos dio nuevos mundos, países de sol y dinero frente a la miseria y la lluvia de las aldeas, aceptamos las muertes en el mar cuando son la justa derrota, el diezmo, pero no la injusticia social, la indiferencia global que citaba el papa Paco, que cada vez es menos de Pablo y más de Agustín, el africano.