Loca carrera hacia cero

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

14 sep 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

Cuando se cumple un larguísimo lustro desde la quiebra de Lehman Brothers, abundan los recordatorios de un acontecimiento que, por haber dado inicio a la mayor crisis económica en ochenta años, cambió el mundo contemporáneo. Y es que en aquel otoño del 2008 descubrimos un mundo de finanzas en la sombra y fuera de control, a una escala muy superior a la que suponíamos y cuya actividad principal se basa en un sofisticado bricolaje de productos que en realidad muy pocos entienden. Todo ello en un contexto en el que las decisiones de inversión se toman en fracciones cada vez más pequeñas de tiempo (hasta el punto de hablarse de nanosegundos), y en gran medida no por personas, sino por máquinas. La película Margin Call contiene una buena descripción de lo que, pareciendo distopía, es pura realidad en la actual economía globalizada.

Desde aquel momento se suceden los sustos en los mercados internacionales de capital. Por ejemplo, poco conocido por el gran público es lo que ocurrió en el mercado de acciones de Nueva York el 6 de mayo del 2010. Aquel fue el día del llamado Flash Crash, cuando en menos de media hora el valor del capital bursátil se redujo en un billón de dólares, con algunas de las principales compañías del mundo en caída libre (como ejemplo, las acciones de Accenture se diluyeron en un 99 %). Es cierto que la recuperación fue también muy rápida, pero ese día quedó claro el sumo peligro que traían consigo los nuevos aires de las finanzas. Esos hechos fueron analizados con gran rigor por quien es considerado como cerebro del Banco de Inglaterra, Andrew Haldane, en un influyente artículo titulado The race to zero. En el centro de su análisis está la velocidad desmesurada y creciente: las operaciones ultrarrápidas -llamadas de alta frecuencia electrónica- acaparan hoy una gran parte de aquel mercado, y la situación no es muy diferente en Europa.

Pero aunque crece la alarma general, por el momento al menos los intentos de reforma profunda no han fructificado. Reformas que en ningún caso son fáciles, pues se enfrentan no solo a la reacción interesada del propio capital financiero, que no quiere ser observado, sino también porque no es fácil poner límites al soporte tecnológico que ha hecho posible esa carrera.

Y mientras tanto, muchos muertos van quedando por el camino. Valga como ejemplo el siguiente dato referido a nuestro país: el Banco de España acaba de comunicar que las «ayudas financieras públicas en el proceso de recapitalización del sistema bancario español (2009-2013)» ascienden a 61.366 millones de euros. Una simple plasmación en un ámbito próximo de lo que significa esta deriva ultrafinanciera que acabará por ser el peor enemigo del propio capitalismo.