Modelo en boga: trabajar el doble y cobrar la mitad

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

30 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Tres hurras por Jaime García-Legaz. Ríanse ustedes de los fenicios. El secretario de Estado de Comercio ha descubierto el Mediterráneo: si usted cobra la mitad y trabaja el doble, mejora la competitividad. La devaluación interna funciona. Con salarios enanos y paro gigante no hay chino que nos meta mano. El secreto está en la frugalidad. La sugerencia del FMI de rebajar los sueldos otro 10 % se ha quedado corta: rebajémoslos un 90 % y seremos el país más competitivo del orbe. Inundaremos los mercados mundiales de tiendas todo-a-cien (pesetas), todas ellas atiborradas de productos made in Spain, y acumularemos un superávit comercial tan grande como nuestra miseria.

Los sarcasmos no pretenden empañar los brillantes resultados cosechados por el comercio exterior en el primer semestre del año. Las exportaciones crecieron un 8 % en tasa interanual y las importaciones descendieron un 4,3 %. La balanza roza el equilibrio y España está a un tris de dejar de vivir al fiado. Y eso es bueno e incluso justifica que el responsable del negociado eche a volar el badajo y las campanillas. Lo malo es la forma de conseguirlo: mediante un monstruoso vaciado del mercado laboral y un progresivo recorte de las rentas del trabajo. Una vía que solo garantiza sacrificios enormes y éxitos más fugaces que una lluvia de meteoros.

La competitividad mejora porque aumenta la productividad aparente. Solo la aparente. Legiones de trabajadores han emigrado hacia las colas del paro o hacia las catacumbas de la economía sumergida. Los que conservan el tajo, con salarios de cañones recortados, han asumido parcialmente el trabajo que aquellos realizaban. El producto ha caído menos que el empleo: cada superviviente produce más que antes. Los costes laborales disminuyen y las empresas españolas venden más en el extranjero. Las rentas bajan y el consumo se contrae: se compran menos productos propios y menos productos importados. Así funciona, sintéticamente, el metabolismo de nuestro principal brote verde.

El mecanismo presenta una seria deficiencia: tiene vida limitada. Obsolescencia programada. Solo puede mantenerse en pie mientras la guadaña siga rebanando los salarios y el paro se mantenga en tasas astronómicas. Pero si la economía levanta cabeza, el empleo crece y la gente reincide en el consumo, las cacareadas ganancias de competitividad se van al garete.

Al final solo hay dos modelos para mejorar la eficiencia del sistema productivo. El del atajo, basado en el salario raquítico y el trabajo escaso y precario. Y el camino más largo y más arduo de la formación y la mejora del capital humano. Hemos optado por el primero y por eso no hay motivo para sacar las charangas a la calle: somos más competitivos simplemente porque somos más pobres.