Cien millones ante seis millones

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

11 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Soy merengón de Bernabéu, Miguel Muñoz y Di Stefano. La primera camiseta futbolera que le regalé a mi hijo llevaba el nombre de Butragueño. Me gustan los jugadores raciales, como Pirri y Camacho.

Dicho lo que antecede, para quedar a salvo de sospechas, afirmo: me parece una obscenidad insoportable que se paguen cien millones de euros por un galés que dicen es bueno. Será bueno para el jugador, el club que lo vende, la legión de intermediarios que van a comisión. Incluso puede que venda camisetas y sea récord de merchandising. Pero la pregunta hay que formulársela a las gentes de una nación con seis millones de parados, una legión de pobres, a organizaciones como Caritas, expertas en dar de comer todos los días a indigentes, hasta hace poco, honestos trabajadores.

Algo funciona mal en un país que sigue siendo devoto de Frascuelo y María. En este caso, de Florentino y la Liga de Futbol Profesional, donde se manejan auténticas fortunas al margen de la realidad social. No quiero ni pensar aquello de que -como antaño era la religión- el deporte de élite se ha convertido en el opio del pueblo.

Luego resulta que delante de Hacienda, de la Seguridad Social, o en los tribunales de lo social, no es lo mismo, el problema del Dépor lendoiriano, y sus más de ciento cincuenta millones de pufo, que una pequeña empresa familiar, sin acceso al crédito bancario, que no puede hacer frente a sus obligaciones tributarias.

Malo es que la autoridad incompetente lo tolere. Peor es que haya una legión de gaznápiros que lo aplaudan. Y de aurora boreal, que se instale en nuestra cultura social, lo de que: engañar, ratear, especular, sisar, solo es malo si te cogen con las manos en la masa.

Igual que en Roma, los tiranos que hacían y deshacían a su antojo, todavía con un Senado bajo control de las legiones, le daban circo al famélico pueblo, ahora cuanto peor están las relaciones entre los que mandan y los mandados, más espectáculo organizan los patricios como el empresario Florentino Pérez, que reparte su tiempo entre ingeniería financiera para salir de la crisis del ladrillo, y ruedas de prensa relativas a su asiento en la tribuna del estadio para dar carnaza a un pueblo al que se le recorta la sanidad y se le endurecen las condiciones que garantizaban la igualdad de oportunidades para acceder a la enseñanza y sus titulaciones universitarias.