Los niños españoles no quieren ser políticos

OPINIÓN

08 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La noticia, facilitada por la encuesta de Adecco, es golosa, porque permite pensar que hasta los más pequeños están asqueados del caso Bárcenas, de los ERE, de los independentistas catalanes y de la Casa Real. Pero la realidad es muy distinta. Porque los niños de hoy tampoco quieren ser franciscanos, ni jueces de lo contencioso, ni concertinos de la Filarmónica de Berlín, ni generales de la OTAN. Los niños son, sobre todo, niños, y cuando se le preguntan cosas de mayores, trasladan al encuestador las frustraciones y las ambiciones de sus papás y de sus tíos solteros.

Los niños quieren ser futbolistas, pero no porque amen el deporte, sino porque aman los sueldos multimillonarios y las chicas guapas, y quieren salir todos los días en la tele. Y las niñas quieren ser profesoras o modelos, pero no para servir a la humanidad, o para realizar el ideal de belleza del Renacimiento, sino porque les parece que son las formas más apropiadas para atraer a sus entretelas a los deportistas multimillonarios. Pero nada de eso nace del interior de los niños, ni los define. Porque lo único que hacen los niños es transmitir los valores imperantes en la sociedad, o reflejar las frustraciones de sus padres en la forma en que las vivimos cuando nos damos cuenta de que ya no vamos a alcanzar lo que queríamos ser.

En los tiempos de santa Teresa los niños querían luchar contra los moros y ganar el cielo por el martirio, porque era lo que les contaban sus padres, que ascendían en la sociedad a través de la guerra. En los tiempos de Napoleón, los niños querían ser militares, y poseer un uniforme con un sable y un casco emplumado. En los años sesenta los españolitos querían estudiar o ser emigrantes, porque los papás nos decían que eran las dos únicas formas de salir de la aldea y dar un salto en la escala social. Y en las Rías Baixas de los ochenta los niños querían ser contrabandistas, para comprar coches de alta gama y financiar clubes de fútbol. Porque los niños son como esponjas, y las encuestas que les hacemos solo sirven para conocernos a nosotros mismos, de la misma manera en que el vestirlos de gallegos o hacerles tocar el violín sirve para demostrar lo que quiso hacer su papá -o su mamá- y nunca pudo hacer.

Los niños que no quieren ser políticos no desprecian a Rubalcaba o a Rajoy. Lo que les pasa es que viven con padres que quisieron ser políticos importantes, y no lo consiguieron; y que, para matar su frustración, les dicen a sus niños que la política es un estercolero. También sucede que los niños de hoy ya saben que la política no es una profesión, y que antes de llegar a alcalde hay que ser bombero, cirujana, físico nuclear o peluquera. Y por eso concluyo que avanzaríamos mucho si, en vez de aflorar nuestras frustraciones de mayores, dejásemos de preguntarles tonterías a los niños.