Necesitamos buenas noticias

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

27 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Es como si una maldición, a modo de borrasca inamovible, se hubiera instalado en nuestro firmamento. Levantarse de mañana y acercarse a la información de lo que acontece da miedo. Hace tiempo que la murphylogía se adueñó de este país, nación, Estado.

¿Qué hemos hecho para merecer y sufrir toda suerte de plagas? Y, sin embargo, al menos en mi caso, me veo rodeado de buenas gentes y de un paisaje maravilloso, capaz de conmover e inspirar mis sentimientos. Tengo la suerte de ser gallego y vivir entre la mar y el viento de la antigua Britonia que limita al norte con Inglaterra, mar por medio.

Tengo razones, por adicción a la lectura, de comparar los dos siglos entre los que transcurre mi vida. Algo así como las causas que inspiraron la conducta literaria de Cervantes, entre el siglo XVI y el XVII. Me preocupa cómo se repiten circunstancias que instalan al pensamiento en el más profundo de los pesimismos.

Llueven lágrimas en la ciudad santa de Occidente. La crisis total del sistema para el gobierno del pueblo suma en el calendario el horror de las imágenes de lo acontecido, en unos instantes, por accidente del moderno tren que acerca la capital de España a la sede de las cuatro hermosas plazas que rodean a la catedral del Apóstol.

Desde una playa con la mar en calma, tal día como el que congrega, al sonido de la gaita y los fuegos de palenque, a las buenas gentes a la fiesta en honor del señor Santiago, con la imaginación paseo por la Quintana de los muertos y de los vivos, mirando al horizonte a la búsqueda de un buque que nos traiga paz, sosiego y capacidad para cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Veo la Azabachería, y me imagino a una legión de artesanos que ponen manos a la obra de transformar el lignito negro del paro en manos de orfebres que promuevan labor y empleo, para que nuestros jóvenes no tengan que hacer las maletas. Me traslado con el vuelo de una gaviota al Obradoiro, y siento el orgullo de ser de un país que ha hecho una parte indispensable de la historia del mundo. Este viejo país, con lugares mágicos y gentes solidarias, que han mostrado su fuerza de espíritu para emprender los caminos, pueden y deben producir buenas noticias.