El Mont Blanc es blanco. Te hace pensar en blanco, en hielo, en frío, en nieve. En montañismo. Martín Casariego, escritor de esa saga de artistas del mismo apellido, se ha atrevido con la montaña europea por excelencia. Y ha escrito un apreciable Mont Blanc en tinta, casi como las plumas de esa marca. Casariego propone en Un amigo así un retrato de la amistad más elevada. Elevada por intensa y elevada, porque los dos amigos que protagonizan la historia pasan décadas juntos escalando montes por medio mundo. Casariego es una narrador transparente y en esta obra ha logrado contar muy bien las aristas de cualquier amistad, que, como en las cumbres, las hay. La novela tiene un giro muy poderoso y su lectura es sencilla. Escalar una montaña es una prueba, como vivir. Como escribir un libro. Como protagonizar una amistad. Como ser padre. Como enseñar. Como cualquier tarea que se emprenda. Hay amigos que los encuentras para toda la vida. Y que te hacen sufrir sin dejar de amarte. La amistad verdadera nunca es un error. Sobran los dedos de las manos para esos amigos irrenunciables, incluso en las malas. Casariego sabe en este libro que del único hoyo que no se sale en la vida es del de una tumba. Y que lo que queda siempre es el amor, la escalada del amor.