Investigación: pobre España, pobre Galicia

Jaime Gómez Márquez TRIBUNA

OPINIÓN

12 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La investigación científica es la principal actividad humana que amplía nuestro conocimiento, haciendo posible el progreso de la sociedad. Sin ella hacer medicina seguiría siendo cuestión de curanderos y no habría ordenadores, aviones o teléfonos móviles. Y además de ser motor de progreso, la investigación genera bienestar, riqueza, prestigio, patentes y, no lo olvidemos, poder.

La investigación básica es la que busca conocer y comprender la naturaleza y el universo, y la aplicada es la que tiene como fin resolver un problema o mejorar un proceso. La investigación aplicada se fundamenta en la básica y esta también se beneficia de la aplicada; ambas son necesarias y se complementan. Desde un punto de vista económico, la investigación aplicada es de un modo inmediato la más rentable, pues sus resultados se pueden aplicar para optimizar un proceso industrial o generar una patente. Y por eso algunos Gobiernos, erróneamente, desatienden la investigación básica y concentran los cada vez más escasos recursos en la aplicada. La investigación básica tiene que estar apoyada con fondos públicos; sus resultados pertenecen a toda la humanidad. La investigación aplicada, al contribuir a que las empresas sean más competitivas, debería estar mucho más apoyada por las empresas porque serán las grandes beneficiarias de los avances tecnológicos.

En España se está produciendo un claro retroceso en la financiación de la investigación. La investigación no es una prioridad de nuestros gobernantes, que justifican sus drásticos recortes en la crisis económica. Esto es un error estratégico de consecuencias muy negativas para el país, ya que se está destruyendo el tejido investigador, la capacidad de innovar, de curar enfermedades, de ser protagonistas de la revolución científica que cambia el mundo.

En este país se prefiere ayudar a los bancos que han dilapidado el dinero que no era suyo, ser permisivo con las deudas de los clubes de fútbol, financiar la ridícula traducción simultánea en el inútil Senado, subvencionar películas de cine que nadie va a ver, mantener canales de televisión ruinosos, gastar el dinero en la fórmula 1, financiar líneas aéreas privadas, pagar a miles de innecesarios asesores, subvencionar festejos y memeces en vez de, por ejemplo, incrementar los recursos humanos y materiales dedicados a la investigación. ¡Pobre España!

En Galicia, el Gobierno autonómico se aplica con fruición en recortar la financiación de la investigación, sobre todo la básica, y la contratación de investigadores. Prefieren mantener un despropósito como es la Ciudad de la Cultura (por citar solo la aberración más emblemática) a invertir en investigación. Desde el Gobierno gallego no ha habido y no hay una política científica seria, perdurable, que nos haga más competitivos. La austeridad no investiga y la inanición acaba matando. ¡Pobre Galicia!

Es paradójico que los políticos se entusiasmen hablando de la importancia de la investigación y, simultáneamente, parece (ya sé que no) que estén maquinando para aniquilarla. Qué pena y qué desgracia para nuestro país.