Los límites del Estado social

Xaquín Álvarez Corbacho
Xaquín Álvarez Corbacho LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

04 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El derrumbe de un edificio de ocho plantas en Daca, capital de Bangladés, donde trabajaban numerosas personas para multinacionales textiles de Europa y América por 30 euros al mes (sí, ha leído bien, ¡un euro por día!), ha tenido, como es lógico, consecuencias dramáticas. Cuando escribo esta columna sabemos que las personas fallecidas son 400, que más de mil están heridas y que centenares se confunden todavía en la escombrera. Por eso la indignación y las protestas de los trabajadores del país asiático son extensas y desesperadas, ante las condiciones miserables de su actividad laboral. Estamos en otra dimensión cruel y desvergonzada de la globalización sin reglas, que no solo engorda a unos pocos maltratando al resto, sino que también genera efectos y consecuencias negativas en las relaciones laborales de países desarrollados.

Porque conviene saber que estos acontecimientos son ya elementos referenciales del modelo económico y social que se perfila y modula aquí a velocidad de vértigo. Salvando naturalmente la historia, matices y circunstancias específicas que cada país encierra, parece sensato apuntar que entramos ya en un mundo con realidades distintas a las conocidas en el pasado reciente. Y por eso aventuramos que pronto casi nada será igual a lo anterior. Si triunfan las políticas del Gobierno (crecimiento y empleo), las rentas y patrimonios personales tenderán hacia una concentración indecente (por fraude fiscal, ayudas públicas y salarios ínfimos), que empobrecerá brutalmente a importantes segmentos de la población. Pero si las políticas gubernamentales fracasan, como sucede en la actualidad, el empobrecimiento, la desigualdad, la miseria y la exclusión social serán insoportables y provocarán inestabilidad creciente. Son los efectos ya contrastados que proporciona un mercado global sin reglas cuando se destroza la dimensión civilizatoria del Estado, o cuando en su economía están ausentes determinados valores luteranos.

La gravedad de la situación se concentra, pues, en la demolición sistemática del Estado social que fundamenta nuestras constituciones europeas. Acontecimientos recientes ayudan a comprender la dimensión grotesca que puede alcanzar este fracaso constitucional. Presionada Suiza por la UE para obtener más información sobre los depósitos bancarios de personas que residen en países distintos, las entidades financieras reaccionan y se trasladan a territorios asiáticos para la mayor protección de sus amados clientes. Y ante la sonrisa cínica del sistema, crece el odio de los antisistema, así como la respuesta vieja de la fiel infantería mediática, que reitera sus obsesiones con pasión y fruición excesivas.