Política en democracia

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

28 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Por mucho que jueguen con el lenguaje, la política es ciencia o arte para resolver problemas. Supone, al menos, tres condiciones. Saber lo que sucede, poder para resolver y disposición para decidir.

En democracia, además del voto y la capacidad para cambiar a los representantes del pueblo que administran el poder popular, se requieren dos circunstancias: confianza y participación.

Si pasamos por calidoscopio a la actual clase política, nos encontramos que, salvo raras excepciones, no cumplen ninguno de los postulados antes formulados. De ahí que me sume a la frase: «la política es demasiado importante como para dejarla, y más en el momento actual, exclusivamente en manos de nuestros políticos».

No saben. No pueden. No quieren. Han perdido la confianza por su conducta y su actitud. Se hace imprescindible un cambio y, mientras tanto, la participación directa de los ciudadanos en el sistema que administra y garantiza sus derechos.

Me indigna lo que piensan y dicen, desde Alemania, de los españoles. Sobre todo cuando sus dirigentes han jugado al más viejo de los negocios. La usura. Y ahora pretenden dirigir y subordinar a este nuestro país, desde sus organismos economicistas que, o no sabe, o han descubierto que desde la deuda y el préstamo, se puede colonizar al sur de Europa, sin tanques y Stukas.

Lo peor es que mientras aclaramos y decidimos cómo nos defendemos de la emperatriz alemana, derechos que son fundamentales y que hemos pagado, desde el trabajo y las cotizaciones obligatorias, están a punto de convertirse en quimeras, mercancías o simples anotaciones en un balance contable presupuestario.

Sanidad y pensiones son pilares básicos del ahorro de las clases populares, contrapartida del IRPF que carga sobre las rentas de los trabajadores de varias generaciones la capacidad de ingresos del Estado.

No podemos impedir que la partitocracia, a pesar de la alternancia, sea: incapaz, soberbia, mentirosa, sumisa con el fuerte y cruel con el débil. Pero debemos exigir nuestra presencia activa en los organismos que toman decisiones sobre pensiones y sanidad.

La iniciativa popular, que tantas firmas cuesta, no sirve para nada. La indignación es mera anécdota mediática. Hay que conquistar nuestra presencia en aquellos foros que gobiernan o administran los derechos a una pensión digna y a la asistencia sanitaria.