Demasiados trucos y eufemismos

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

23 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Qué se gana haciendo predicciones económicas descaradamente optimistas en las que nadie cree y que, en todo caso, son desmentidas por los hechos dos o tres meses después? Habría que preguntárselo a los ministros Montoro y De Guindos, para los que esa forma de marear a una ya muy desmayada perdiz se ha convertido en práctica sistemática. Aún hace bien poco, el responsable de Hacienda galleaba en el Parlamento por haber conseguido bajar del 7 % de déficit público, lo que -no tardamos en saber- se debía al truco elemental de diferir las devoluciones impositivas al siguiente ejercicio, además de no incluir las ayudas a la banca. Ahora se hace público que la incorporación de estas últimas sitúa el déficit en el 10,6 % del PIB, el mayor de la UE. Una nueva y siniestra oportunidad de constatar los magníficos resultados de la política en vigor: el objetivo más buscado, la consolidación fiscal, no mejora, empeorando gravemente casi todo lo demás.

Ese empeoramiento lo acaba de certificar el ministro de Economía, al aceptar al fin que la caída productiva de este año al menos duplicará la tasa en la que hasta ahora se insistía: el 0,5 %. Algo que todos los demás cálculos, de organismos españoles o internacionales, venían destacando desde hace meses: que la recesión en el 2012 será muy intensa, de en torno al 1,5 %. Pudiera decirse, en descargo del Gobierno, que no es fácil hacer predicciones económicas precisas en estos tiempos, pues la evolución de las variables está sujeta a imponderables. Por ejemplo, se suele insistir, con razón, en que las posibilidades de recuperación dependen mucho del comportamiento de las exportaciones; pero estas últimas están sujetas a factores complejos y lejanos, como el ritmo de la reactivación de los países emergentes.

Sin embargo, tal es la persistencia en el error que hace falta ser muy ingenuo para no ver en ello un simple intento de sacar ventaja política en el cortísimo plazo. Eso sí, a un coste grande para el país en términos de credibilidad (¿quién se creerá a partir de ahora las predicciones oficiales?). El desaguisado, por otra parte, no carece de importantes efectos prácticos, pues el principal documento económico del año, los Presupuestos Generales, están basados enteramente en una cifra que ahora se reconoce como un artificio.

En realidad, con esas pequeñas triquiñuelas sobre las cifras, o con el uso de eufemismos a los que es tan aficionada la ministra Báñez (¡movilidad exterior!) no se consigue ocultar por mucho tiempo la dura realidad y el dilema al que nos enfrentamos: que o se cambia pronto la orientación de la política, o habrá que aceptar que vamos hacia una «crisis crónica», expresión que por primera vez han usado varios organismos internacionales estas últimas semanas para referirse a España.