La ciencia política ante la crisis

Argimiro Rojo Salgado, Catedrático de Ciencia Política

OPINIÓN

15 abr 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

Es evidente que están teniendo lugar transformaciones radicales que afectan a todos los ámbitos significativos de las sociedades humanas. Graves problemas como el cambio climático o la propia crisis económico-financiera, con sus múltiples y devastadores impactos en las condiciones de vida de millones de personas, constituyen una prueba más de este estado de emergencia en el que nos encontramos. En estas circunstancias, uno se pregunta qué puede hacer la ciencia política (CP), la ciencia que se ocupa precisamente del gobierno de las sociedades. De la manera más concisa posible intentaré dar respuesta a esta cuestión.

Partiendo de la premisa de que los grandes desafíos a los que nos enfrentamos están directamente relacionados con la gobernabilidad (con la política), considero que la primera gran tarea encomendada a la CP (y también a los politólogos) es la de recordarnos la necesidad e importancia de la política, entendida como actividad orientada a la regulación del conflicto y a la consecución de objetivos colectivos, siendo su resultado la adopción de decisiones que obligan a los miembros de la comunidad. Esta necesidad (y por ello mismo, también su permanencia a lo largo de la historia) radica, precisamente, en la propia inevitabilidad de los conflictos y necesidades que surgen en el seno de nuestras sociedades.

Sin política no es posible dar respuestas satisfactorias a los problemas comunes, ni construir proyectos y utopías (sueños realizables) colectivas. Sin política todo se vuelve individual y privado, todos somos adversarios de todos, regresamos a las existencias separadas, al egoísmo radical, a la soledad y al miedo que provoca el hecho de tener que hacer frente a los infortunios y riesgos de la vida en solitario. La ausencia de política va a permitir, además, jugar con ventaja a las personas y grupos que ocupan las posiciones de privilegio y dominación. Y siendo la política una actividad colectiva, requiere de un tiempo y un espacio públicos que nos permitan congregarnos, deliberar y tomar decisiones; un lugar donde los intereses privados convergen y se condensan para convertirse en causas colectivas.

Pero este ámbito público se debilita, a la vez que el descrédito y desafección hacia la política se acrecienta más y más, y como consecuencia principalmente de los casos de corrupción, mala gestión y falta de innovación y creatividad imputables a la clase política; resulta sintomático, a este respecto, que para el conjunto de nuestras sociedades el emprendedor por excelencia sea el actor empresarial y no el actor político (y politológico), a quien por oficio correspondería esa función indeclinable de emprendedor-reformador social.

La única posibilidad de cambiar este estado de cosas pasa por recuperar la política, es decir, la participación y movilización ciudadana, la deliberación y la argumentación racional, desplegadas sobre la base de la libertad y la igualdad de derechos, la no exclusión y la ausencia de coacción; y que nos permite formular propuestas alternativas y competitivas -siempre sujetas a la decisión de la mayoría-, y gracias a las cuales conseguimos gestionar el conflicto de manera civilizada y seguir adelante en esa tarea de transformación y mejora de nuestras sociedades.

Recuperación de la política entendida en todas sus formas y cauces de expresión, esto es, haciendo uso de la democracia representativa y a la vez abriendo cauces a la democracia participativa; entendida esta última como garantía de máxima participación social en las deliberaciones conducentes a la identificación del bien común. Siendo hoy por hoy irreemplazable la democracia representativa (entre otras razones porque otorga a la acción política la legitimidad, coherencia, estabilidad y articulación necesarias), es preciso también dar cauce y aprovechar esas otras modalidades de acción colectiva (más allá de los partidos políticos y de los grupos de presión) que llevan a cabo los movimientos sociales alternativos. En este sentido cabe preguntarse si estamos haciendo lo suficiente para aprovechar todo el caudal de ideas, gestos y un sin fin de aportaciones (recuperación del ágora, del ciberespacio, de la deliberación, de la imaginación, de la acción directa) generadas últimamente por movimientos como el 15-M español o el 15-O global.

Desde la convicción de que sin la política no hay solución, mi propuesta frente a esta crisis sistémica y de largo alcance no ofrece dudas: más y mejor política o, quizás, otra política.