Entre cainismo e indecencia

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

14 abr 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

En Euskadi, hubo un secretario general del PSE de Vizcaya, colega médico y jefe de servicio en hospital público. García Damborenea era un dirigente que visitaba la bodeguilla de Felipe González. Sufrió el asesinato de su amigo y compañero el senador Casas. A él, ETA trató de asesinarlo un sinfín de veces.

Pero cae en desgracia. Va a la cárcel por sus implicaciones en el asunto de los GAL. Felipe González no lo defiende. Sus compañeros del PSE no le perdonan que fuera crítico y próximo a Nico Redondo padre. Optaron por retirarle la escolta, lo que le obligó a esconderse en un pueblo de la Soria profunda.

Pepe Borrell, sin contar con la curia socialista, no solo se presenta a las primarias del PSOE, es que además las gana. Era inteligente, culto y con enorme capacidad para el debate ideológico. Los fantasmas que pululaban por las fontanerías de su partido se encargaron de buscar, encontrar y publicar asuntos difíciles de explicar en materia de amigos y dinero, lo que le obligó a dimitir y exiliarse en el Parlamento Europeo.

He ahí dos casos, entre muchos, de cainismo político. Donde los presuntos compañeros le hacen la cama al que tiene la osadía de ir contra el núcleo o de alterar el orden en la partitocracia.

Me vienen a la mente dos frases: «No es cierto que el poder corrompa, es que hay políticos que corrompen el poder», de G. Bernard Shaw. «Quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan a todo poder» (Max Weber).

¿Cómo y por qué salen ahora las fotos de Núñez Feijoo con un tal Dorado? ¿Cómo es que en el 2003 Manuel Fraga no le aceptó la dimisión? ¿Cuánta gente de su partido, entre los que se mueven por la calle Génova y, presuntamente, cobraban sobres, sabían lo de las fotos?

Las vendettas en política son tan viejas como la propia actividad. Resulta peor enemigo el compañero de ambiciones que el contrincante ideológico.

La crisis. Que los ciudadanos estén estremecidos por el rumbo del país. Que las gentes denuncien el ambiente de corrupción en las clases dirigentes, no solo políticas. Que la mentira, o la servidumbre a esos organismos de la UE que otorgan préstamos y ponen castigos al pueblo tengan más fuerza que los derechos de la ciudadanía española no quita para que siga existiendo la ciencia o arte del cainismo político, capaz de publicar indecencias del personaje al que hay que cortarle las alas, para que todo siga bajo control.